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El Telégrafo
Bernardo Sandoval

Reflexiones sobre ómicron y la pandemia

23 de enero de 2022

Son loables los esfuerzos de personas bien intencionadas en afirmar que no es correcto decir que la variante ómicron de Sars Cov 2 es menos peligrosa y que ello implique la posibilidad de relajarnos.  La verdad concluyente y categórica es que ómicron sí es mucho menos agresiva, peligrosa, dañina, virulenta, mortífera o como quiera llamarse respecto a otras variantes de virus Sars Cov 2 que causan la Covid 19, particularmente respecto a la variante delta.  Si bien ómicron es menos agresiva, es desproporcionadamente más contagiosa y es, aparentemente, el virus más contagioso que se conozca, quizá más contagioso que el que llevaba esta distinción, el Morbillivirus que produce el sarampión.  El que sea menos agresiva es absolutamente obvio.  Mientras el número de casos registrados en el mundo ha aumentado dramáticamente desde 904 mil por día, en abril de 2021, lo cual fue el récord de la cuarta ola, hasta 3 millones  setecientos mil el 20 de enero de 2022, el número de muertes mundiales, por día, se ha reducido desde el récord de 17 mil  quinientas en enero 27  de 2021 a 9 mil setecientas en enero 20 de 2022 (Johns Hopkins Coronavirus Resource Center). 

Esto quiere decir una reducción de la mortalidad por un factor de 8.  Por otro lado, el subregistro con ómicron es enorme porque un alto porcentaje de casos, entre el 30 y el 90% son asintomáticos; por ende el número de contagiados es notablemente mayor, tanto que los modelos del Institute of Health Metrics and Evaluation señalan que el número real de contagios es de unas 125 millones de personas por día y que, para marzo de 2022, el 50% de la población mundial se habrá contagiado (Institute for Health Metrics and Evaluation. COVID-19 projections, Jan 17, 2022).

Parecería que, por selección natural, ómicron se ha impuesto, gracias a su contagiosidad, a otras variantes más peligrosas de Sars CoV-2.  Ojalá así sea y que la transición de pandemia a endemia tenga a esta variante como protagonista y no a otra.  De no mediar la aparición de otra variante agresiva y muy contagiosa, cabría esperar que la pandemia estaría por atenuarse y mutar a endemia. 

La tasa de mortalidad por Covid-19 en Ecuador en el año 2020 fue de de 87/100.000 habitantes.  Si la estadística de mortalidad por Covid-19 en Ecuador en la segunda y tercera semana de enero de 2020 se proyecta anualmente, asumiendo que se mantiene en los niveles actuales, será de 26/100.000 habitantes. Por contraste y para ilustrar la realidad, la tasa de mortalidad por enfermedad isquémica del corazón, en 2020, fue de 51/100.000 habitantes; diabetes e hipertensión, 38/100.000 habitantes; influenza y neumonía, 24/100.000 habitantes; muertes por violencia y accidentes de tránsito 22/100.000 habitantes (INEC, registro de defunciones 2020).

Es obvio que la tendencia de mortalidad por Covid-19 es notablemente decreciente y está alcanzando los niveles propios de la influenza y neumonía.  De mantenerse esta tendencia, creo que no tiene sentdo el mantener medidas draconianas de aislamiento y que el regreso irrestricto a clases presenciales se convierte en una necesidad. 

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