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El Telégrafo

Reflexiones sobre la gratuidad en salud

11 de enero de 2023

El cuidado de la salud no es una dádiva, es un derecho. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, los tres principios elementales que garantizan la equidad sanitaria en el mundo son la universalización, la accesibilidad y la gratuidad de los servicios de salud.

La actual Constitución Política establece que “los servicios públicos estatales de salud serán universales y gratuitos en todos los niveles de atención y comprenderán los procedimientos de diagnóstico, tratamiento, medicamentos y rehabilitación necesarios”. Pero cuando hablamos de sostenibilidad, el principal fantasma es la ausencia de recursos; de ahí que urge definir políticas para mejorar   la calidad de vida y salud de la población infantil, adultos mayores y personas con discapacidad severa. Es decir, de los grupos altamente vulnerables.

En esta línea, se imponen un control gratuito de la maternidad, reducción de la mortalidad infantil, disminución de la mortalidad por enfermedades como neumonía y enfermedad diarreica aguda. Disminución de enfermedades evitables con un incremento en las actividades de promoción y prevención, por ejemplo, aumento de coberturas de vacunación y seguimiento más estrecho a la situación nutricional de los menores. Por otra parte, se debe insistir en un control oportuno de enfermedades comunes en adultos mayores (hipertensión arterial, diabetes y enfermedades vasculares y coronarias) y en el mejoramiento en el acceso a los servicios de salud a la población en condición de discapacidad.

En nuestro país se debe considerar también la accesibilidad, lo que obliga a establecer los mecanismos necesarios para vencer las barreras geográficas, culturales y económicas, garantizando el acceso a los servicios de salud. ¿Cómo se transporta el paciente desde lugares remotos hasta un centro especializado? ¿Cómo se resuelven los problemas de un país que formula sus políticas en lengua hispana, etnocentrista y urbana?

Las instituciones sanitarias deben ser sometidas a un profundo proceso de reformas para que su gestión sea coste - efectiva. Todos los procesos de atención deben ser protocolizados mediante guías de práctica clínica basadas en evidencias con el objeto de terminar de una vez por todas con la nefasta variabilidad en la atención, reduciendo las pruebas diagnósticas innecesarias y tratamientos no sustentados en la mejor evidencia, que encarecen los costes.  Ello obligará a una revisión del Cuadro de Medicamentos Básicos, al empleo de medicamentos genéricos de calidad probada y, para cuando esto no sea posible, al establecimiento de un programa de medicamentos equivalentes o intercambiables. En cualquier caso, el uso de los fármacos debería estar basado en criterios de necesidad-efectividad terapéutica.

Finalmente, la gratuidad debe ir de la mano de la calidad y humanización en la oferta de servicios.

 

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