“¡Una vez más: llega el mes donde la sociedad vive la Navidad! Sí, estamos ya en el mes que la sociedad ha tildado como el de la Navidad: diciembre. Lo principal: estamos vivas y estamos vivos. Considero que basta aquello para sentirnos agradecidos con el buen Dios por haber sobrevivido a varias tragedias, sean sanitarias (como la pandemia de la COVID-19) así como sociales (como la inseguridad, o la pobreza, por citar dos ejemplos)”.
El párrafo anterior constituyó el inicio de esta mini ‘saga’ de varias ideas con las cuales persigo promover reflexión de lo que realmente implica la Navidad, y cómo adoptar una conducta más humana, no más comercial ni peor más centrada en ‘lo material’, en ‘lo suntuario’.
Comenzaré diciendo que hay quienes -me incluyo- la estamos pasando mal, o la hemos -recientemente- pasando mal. ¿Seremos pobres, desde la equivalencia de carencia de recursos materiales o económicos? O, mejorando el planteamiento de la interrogante: ¿Quiénes son las y los que sufren o han sufrido? Al respecto, debo decir que las dificultades o los episodios de dolor y sufrimiento no son de exclusividad de pobres o de ricos. Toda persona puede sufrir, independientemente de que tenga mucho dinero o no lo tenga. Este sufrimiento tiene estrecha relación con la pobreza; pobreza asimilada dentro del contexto integral (y no desde la simpleza de muchas y de muchos de reducir el término al ámbito del dinero o posesiones); esto conduce a aseverar que pobreza equivale a sufrimiento. Consecuentemente, los pobres son las personas que sufren. Dicho aquello, Toda persona puede ahora estar sufriendo, cargando con cruces más o menos pesadas: una enfermedad, o varias que acompañan; conflictos en la familia directa (progenitores) o indirecta (cónyuge e hijas o hijos); líos en el entorno de trabajo, si es que -por milagro divino- lo hay; por citar varios ejemplos.
Me detengo por un momento para aseverar que, ante una parte de la realidad tal como la descrita, la cual lamentablemente no es minoritaria en magnitud, especialmente si observamos que quienes la están pasando mal, al menos desde la vertiente económica, se manifiestan en un número importante de personas; hay una suerte de eclipse (para invisibilizar) realizado por aquellas y aquellos que conforman la parte restante de la realidad, y a quienes les resulta indiferente lo que ocurre. Sí, hombres y mujeres que tratan de mostrar una realidad social caracterizada por ‘mirar hacia otro lado’, por ‘restar y hasta no dar importancia’, por ‘avanzar sin importar si otra persona se queda en el camino’. ¿Certezas? Más de una. Personas que prefieren celebrar (a partir de su prosperidad personal, sea que tienen una plaza de empleo, sea que laboran en empresas familiares, sea que son millonarias o millonarios, o que cuenten con modesto/alto poder adquisitivo) y socializar que están felices en su ‘círculo’, cuando bien podrían compartir parte de lo que tienen con quienes hoy están necesitando, y no principalmente lo material, sí de nuestro calor y de nuestro tiempo. ¿Esa conducta conlleva a entender lo que es la Navidad?
Retomando lo anteriormente indicado, pobres somos quienes sufrimos. Y al parecer nuestro sufrimiento es incrementado en intensidad cuando nuestros pares, sí nuestras hermanas y hermanos (ante los ojos del buen Dios), nos lo hace sentir de esa manera. Es conveniente precisar, en aras de evitar incorrectas apreciaciones: no se trata de tener baja autoestima, ni de entrar en la sintonía del consuelo de esperar ansiosamente limosnas. En lo absoluto. Sí se trata de meditar en las razones que han llevado a la ausencia de solidaridad, de empatía, de calor humano, especialmente cuando, en el año 2020 todas y todos vivimos una tragedia llamada COVID-19, y ante la misma las preguntas que ahora vienen a la cabeza son: ¿Aprendimos algo de lo que ocurrió? O, ¿Ya se nos olvidó que la vida es tan corta, al punto que resulta un desperdicio de la misma si le damos espacio al egoísmo, al luchar por el exclusivo interés personal o de ‘los nuestros, y al yoísmo? ¡Qué convenientes y oportunas son estas interrogantes!
Culmino con palabras esperanzadoras, que tanto nos hacen falta en estos tiempos en los cuales, como cada diciembre o vísperas del mes, la narrativa es la misma: “Mostremos el árbol más grande… hagamos agasajos con nuestras y nuestros amigos… que sepan que mi casa es la más grande, y que la mesa está llena de comida… con el décimo y el dinero ahorrado, hay que ir a comprar ropa nueva, regalos costosos, y hasta pensar en viajar fuera del lugar de residencia… apresuradas o apresurados por el pavo y el relleno, cuando en nuestras aceras hay quienes máximo alcanzan a tener un bocado de algún alimento en todo el día”. Ante eso, para quienes hoy estamos sufriendo: no estamos solas ni solos. Paradójico, pero quienes la estamos pasando mal estamos conectados, enviándonos buenas vibras, anhelando superar a la brevedad las dificultades. Pero, hay una buena noticia, y que es aún mayor: el Buen Dios, quien nos ofrece vida eterna, y su perdón como boleto para ser residentes de aquel lugar donde el sufrimiento no se conoce ni existe. Ese buen Dios no se limita a esperar nuestra transición mortal - inmortal. De hecho, puede Él, en cualquier instante, intervenir y darnos su auxilio para poder, junto con Él, sobrellevar las cargas, y que se vuelvan ligeras. Habrán ocasiones en que algunas cargas sigan pesadas, otras que, con la intervención divina, se solucionen, e inclusive otras que pueden aparecer para darnos batalla. Lo cierto es que el ofrecimiento de Jesús, que es el ofrecimiento de Dios es claro: fe en la vida después de este peregrinar terrenal, pero tomando el ticket llamado ‘arrepentimiento’.
Tener presente que, ante el sufrimiento el camino que la sociedad brinda es el dar la espalda a Dios, ante la pregunta que también el mundo ofrece: ¿Si Dios no te ha ayudado, qué haces con él? Por experiencia personal, esa opción solamente ofrece más dolor, el llegar al punto de sentirse sola o solo en este planeta, y el desenlace, al estar en ese momento, es que nuestro mundo es peor que el que ya teníamos.
Finalmente ¿Qué es la Navidad?, y, ¿Cómo prepararnos para que este año 2022 la podamos experimentar de forma plena?