Publicidad

Ecuador, 01 de Octubre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
César Hermida

Reflexiones de fin de semana

21 de junio de 2014

Todo esfuerzo para contribuir al incremento del hábito de la lectura es válido. Particularmente cuando se trata de adultos mayores. He aquí algunas reflexiones sobre obras recomendadas:

Santiago Gamboa pone en boca de un personaje (en Plegarias nocturnas, Literatura Mondadori, Barcelona, 2012, pág. 61): “Es un Buda que sonríe. Extraño ver a millones de personas venerando a alguien que sonríe”. Y más tarde (pág. 91): “Los ricos siempre se las ingenian para estar deprimidos. Les gusta ser infelices.   Es muy elegante estar triste”.

De Omar Ospina (Búho, N° 41, año XII 2013/2014) se rescata que: “Otro ‘pensador inútil’, don Miguel de Montaigne, postula: ‘Es el gozar, no el poseer, lo que nos hace felices’, y lo que nos hace humanos, agregaría y con respeto por el gran ensayista”.   

Jorge Luis Borges sostiene (Rocinante 64, febrero 2014) que: “Sentimos la poesía como sentimos la cercanía de una mujer… Si la sentimos inmediatamente, ¿a qué diluirla en otras palabras que sin duda serán más débiles que nuestros sentimientos?”, y (pág. 22): “Para romper la solemnidad, nada mejor que usar un lenguaje coloquial que esté más cercano al habla que a la escritura”.

Hablando de nuestra identidad, un mestizo, enojado con su propio mestizaje, decía: “El primer signo de que nos jodieron es que tenemos una lengua que no es la nuestra”. Pero debemos aceptar la realidad y no llorar sobre el pasado, refutó alguien. Lo cual llevó a pensar que vinieron los peninsulares y fecundaron a las mujeres indígenas, que los mestizos fueron el resultado de la explotación y la injusticia, que ciertamente se les impuso la lengua y la cultura, y que los padres olvidaron a sus hijos, pero que las madres y los hijos sobrevivieron, que hoy los hijos están grandes, que aquellos padres están muertos, y que quedan los hermanos y hermanastros que han llegado a ser amigos.

Pero nuestra identidad no debe ser la religión del dios oro que se halla en el templo o banco, en el tabernáculo de la caja fuerte, con sumos sacerdotes como gerentes, que cumplen sus ritos para contribuir a la ostentación, con las revistas del jet set y las modas de vestidos y marcas de autos. Todos son valores de cambio de suntuosas mercancías con la imagen del lingote de oro y sus monedas, el préstamo, la deuda, los pagos, el cash… Nuestra identidad no puede ser la del dinero, sino la cultural de la vida sencilla, de sonrisas, no de tristezas, y de afectos. De ser, no de tener.

Contenido externo patrocinado