Uno de los padres de la filosofía, el maestro griego Platón, en su obra “La República”, escrita hacia finales del año 375 antes de Cristo, sostenía que la política era una especialización que no debía confiarse más que a gentes preparadas para participar en la vida pública. Señalaba que es deber del Estado educar estrictamente a sus ciudadanos para organizar una sociedad y a sus élites. Sugería la siguiente escala educativa: “Entre los veinte y los treinta años de edad, se debía instruir a los futuros funcionarios públicos y a la clase dirigente, enseñándoles una visión de conjunto de las relaciones que unen a las ciencias exactas, con el objeto de hacerles entender el orden ideal que reina en el universo. Después, entre los treinta y los treinta y cinco años, se les iniciaba en la teoría de las ideas, a fin de que conozcan la esencia del mundo, y sus conductas puedan fundarse en verdaderas realidades.
Solamente luego de dicha formación filosófica y científica, los jóvenes estaban preparados para desempeñar funciones políticas”. En consecuencia, manifestaba que la política es una ciencia para los especialistas, es decir, que solamente debían participar en el quehacer político de los Estados las gentes preparadas para ocupar cargos públicos.
A propósito de este pequeñísimo resumen de la doctrina de Platón, pienso que el gobierno actual confió en algunos ciudadanos sin experiencia política, otorgándoles la administración de muchas instituciones estatales. Se ha intentado sustentar un proyecto político progresista, desconociendo la poca consistencia ideológica y escasa cultura política de nuestro pueblo, que por ende, lo convierte en fácil de engañar por parte de los poderes fácticos y de los medios de comunicación social privados, que terciaron como actores en la reciente consulta popular y referéndum.
Creo que el presidente Correa necesita convocar a ciudadanos con una reconocida trayectoria profesional y experiencia para ejercer funciones públicas, renovando cuadros en su equipo de gobierno, hay que balancear madurez y juventud, por ello se requiere hacer un llamado a hombres y mujeres, jóvenes y adultos con vocación de servicio y convicción ideológica de izquierda para que nuestra revolución ciudadana continúe con el desafío de hacer alumbrar una patria más altiva, justa y solidaria.
Finalmente, quiero concluir diciendo que, al margen de los resultados del escrutinio de la consulta popular, este gobierno revolucionario tiene que hacer algunos correctivos, dosificando fuerzas y energías para continuar por la ruta del cambio, considero que se han cometido algunos errores de buena fe y convendría reflexionar profundamente a la luz de la expresión de la voluntad soberana de los ecuatorianos, expresada en las urnas, ya que, como reza el conocido adagio: “La voz del pueblo es la voz de Dios”.