El avance de la tecnología y el conocimiento no siempre traen consigo bondades a la sociedad. Su mal uso es condenable y delictuoso sea a nivel de las naciones para interferir en la democracia de otros países, por medio del espionaje cibernético, o para afectar el patrimonio de personas o instituciones a través de jaquear cuentas o datos personales que conducen al robo de identidad. Lo malo no es la tecnología sino el conjunto de individuos que la usan para delinquir. Lo malo no es el estudio de la química sino el usarla para producir armas como el agente naranja, el gas sarín o el fosgeno. Lo malo no es el estudio de la microbiología sino el uso del conocimiento para el desarrollo de armas biológicas.
Con seguridad ni Mark Zuckerberg, creador de Facebook, o Jack Dorsey, creador de Twitter, previeron la magnitud de la dispersión e influencia que estas plataformas habrían de tener en el mundo, como tampoco habrán imaginado la variedad y cantidad de inconductas, agresiones verbales y perversidad que, sobre todo en Twitter se expresan a diario. Facebook, la más popular de todos los medios sociales, se ha utilizado más para una divulgación de la vida social de sus usuarios, de algún modo, para mostrar, con vanidad, fotografías de viajes, aventuras, lujos u otras expresiones. También ha servido para manifestar opiniones cultivadas que, por la gran difusión de la plataforma pueden constituir elementos de influencia. Twitter, en cambio, se ha constituido en un canal de opinión, fundamentalmente política, en la que la agresión verbal es una penosa constante. Los troles, individuos escondidos en el anonimato, han creado una cultura de odio, de ataques a la honra, de ofensas de la peor naturaleza y que ya son parte de la realidad virtual aquí y en muchos países del mundo. Evidentemente la culpa no está en Zuckergerg o Dorsey sino en la sociedad que ha sido incapaz de neutralizar a los troles.
La libertad de expresión es un bien social insoslayable y debe ser inmune a su vulneración. La honra y la dignidad de las personas, también. La legislación inteligente debe crear un espacio de equilibrio, un saludable punto medio. (0)