Si Ecuador trabajara 24 horas al día, 7 días a la semana, generaría un ahorro del 30% en los plazos de ejecución de las obras.
Hasta el momento no se han encontrado argumentos válidos que contradigan las ventajas de terminar un edificio, una carretera, un puente o una alcantarilla en un tiempo menor al estimado y sin causar molestias a la ciudadanía con problemas sin solución.
En más de una ocasión este diario ha sugerido la adopción de esta modalidad de jornada laboral, para acelerar el plazo de entrega de estructuras vitales para Guayaquil. Las empresas contratistas pagan turnos de 8 horas diarias, de lunes a viernes, debido a que el tiempo suplementario o de horario nocturno les representa un incremento solo en sus presupuestos, pues nunca pierden.
Pero las estadísticas presentadas el jueves anterior por el Ejecutivo demostraron que únicamente era del 3%. De ahí que restar este porcentaje a los presupuestos asignados para las obras públicas redunda en beneficios para todos; no solamente porque se entregan en los tiempos convenidos, sino porque también se generan nuevas plazas de trabajo.
Además, el Jefe de Estado y los constructores acordaron una regla por la que únicamente serán tomadas en cuenta las empresas dispuestas a trabajar las 24 horas y que se encarguen de construir todas las obras complementarias, como puentes, señalización, accesos, desvíos, entre otras obligaciones. La intención del régimen es dinamizar la entrega de estructuras integrales que no se queden a medias por falta de complementos que el sentido común indica que debieron estar previstos.
Estas fueron algunas de las razones por las que el Presidente de la República advirtió que no permitirá la “viveza criolla” de compañías que trabajen solo 8 horas diarias con 30 obreros y pretendan dividirlos en tres turnos de diez,
ya que el propósito no es que subdividan y camuflen el monto de sus beneficios, sino que su trabajo sea más eficiente, porque el país lo requiere y así lo demanda.