Hecho poco común: un obispo haciendo un ayuno público, es decir, una huelga de hambre indefinida en el parque La Alameda, en Quito. Es la decisión que ha tomado monseñor Gonzalo López Marañón, ex obispo del Vicariato de Sucumbíos, para, según sus expresiones, “que se dé la reconciliación entre hermanos y hermanas, se curen la heridas abiertas y vuelva la paz en aquella tierra… Innumerables quebrantos y divisiones se han sucedido en estos meses en la comunidad cristiana y ciudadana, en las familias y en las organizaciones, y cada día se agravan más y más. Hay que accionar determinantemente y con urgencia para sanar heridas y reconciliar Sucumbíos”. Es un llamado caracterizado a la ciudadanía, a los cristianos, carismáticos en particular, y a la jerarquía católica para ayudar a la reconciliación en esta provincia amazónica.
El conflicto eclesial y social ha surgido a raíz de la llegada de los Heraldos del Evangelio, asociación sectaria y ultraconservadora de origen brasileño. No se trata de un conflicto entre la Asociación de los Heraldos y la Congregación de los Carmelitas o los Sacerdotes Diocesanos, sino entre dos maneras de vivir y hacer igle sia y sociedad. Se trata de la oposición entre dos modelos de evangelización: el modelo de cristiandad que no acaba de morir y el de Iglesia de los Pobres que no acaba de nacer.
La Iglesia de cristiandad nació con el emperador romano Constantino hace 16 siglos. Es una Iglesia imperial cuyas características principales son su organización piramidal semejante a una monarquía absoluta, su opción de evangelizar desde el poder y el dinero, y su afirmación de que “fuera de la Iglesia no hay salvación”. Los defensores de este modelo anacrónico son el Opus Dei, los Heraldos, los Legionarios, Sodalitium, los Carismáticos…
A mediados del siglo pasado el Concilio Vaticano 2º que rompió con este modelo anterior y definió a la Iglesia como “Pueblo de Dios”, o sea una Iglesia comunidad donde todos, por el bautismo, somos servidores y responsables. Sus características principales son la opción por los pobres y contra la miseria, las Comunidades Eclesiales de Base, la lectura de la Biblia relacionada con la realidad, los nuevos ministerios laicales y el testimonio profético y martirial.
Acojamos este “argumento” de monseñor Gonzalo para hacer una revisión personal, eclesial y social, a fin de terminar con este escándalo y enfrentar más adecuadamente los sufrimientos de nuestra Iglesia y de nuestro país.