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El Telégrafo

Recompensa y memoria

21 de diciembre de 2011

El caso Restrepo reaparece a través de un agresivo mensaje propagandístico del Ministerio del Interior, instando a una recompensa económica (doscientos mil dólares) a la persona que aporte con nuevos datos y pistas de este fatídico suceso. En buena medida es una valiosa decisión gubernamental por esclarecer este vergonzoso episodio de la reciente historia nacional, que involucra directamente a la entidad policial. Si bien el interés del actual régimen por auscultar y develar atropellos a los derechos humanos en épocas pasadas se refleja en la conformación de la Comisión de la Verdad, habrá que sugerir que este tema no sea aprovechado con fines electorales o de mero manejo publicitario, así también es menester que el Gobierno central haga una depuración interna en las filas policiales, porque es inadmisible que ciertos personajes involucrados en su momento en atropellos a vidas humanas hoy funjan de autoridades en las altas esferas. 

El 8 de enero de 1988 desaparecieron los jóvenes hermanos Carlos Santiago y  Pedro Andrés Restrepo Arismendi. Desde esa fecha hasta el presente, innumerables indagaciones, testimonios, declaraciones, careos, juicios, dictámenes, evidencias, indagaciones, informes, manifestaciones, protestas, se han sucedido cronológicamente, en una especie de avispero que dilata la verdad. A ello hay que sumar al drama familiar, el engaño, chantaje, conspiración y amedrentamiento de elementos de la seguridad estatal.

Este crimen de Estado -como lo describe con rigurosidad periodística Mariana Neira- involucró a varios miembros de la fuerza pública, ligados con grupos represivos estructurados en el gobierno del ex presidente León Febres-Cordero. Por lo tanto, tal desaparición no fue un hecho aislado, sino el resultado de una práctica sistemática recurrente de persecución, hostigamiento, maltrato, tortura y muerte. Así lo reveló el principal testigo de este caso: el ex agente Hugo Efraín España Torres. Él detalló aspectos del asesinato de ambos chicos y el posterior hundimiento de sus cuerpos en la laguna de Yambo, situación que se ha vuelto un misterio, el mismo que pretende ser revelado, especialmente con el afán de recuperar sus restos.

Con este trágico caso quedó en entredicho la integridad de la institución policial, sobre todo esas instancias de signo coercitivo (SIC-P) que antepusieron el miedo  y el terror en el Ecuador de los 80 y 90 del siglo XX, las mismas que fueron suplantadas por gobiernos subsiguientes ante el reclamo e indignación ciudadanos.  Pero también la gente de a pie percibió que la impunidad forma parte de los tentáculos del poder. En ese sentido, el testimonio de los Restrepo -tras destapar la olla de grillos- reivindicó el elemental derecho a la existencia e infundió la valentía que debe caracterizar al ser humano al momento de denunciar abusos de ese mismo poder, para lo cual hay que perder el miedo cuando se trate de la búsqueda de la verdad y de la consecución de la justicia. 

Y, algo ineludible, recurrir siempre al infinito amor que se nutre de la propia vida.

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