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El Telégrafo

Rechazo a Fundamedios

01 de noviembre de 2011

Yo no estoy en Fundamedios porque, cuando me acerqué a relatar la violación que sufrí a mi libertad de expresión, me tomaron el pelo, le dieron largas al asunto y al final me dijeron que lo que me había pasado con el diario El Comercio (no publicaron una opinión sin explicación alguna) no configuraba amenaza como para levantar una alerta.

Cuando a un columnista habitual, ese era mi caso desde 16 años atrás, no se le publica una opinión, lo están echando sin más trámites. ¿Por qué había permanecido tanto tiempo?  Porque eran otros momentos, anodinos, con una sucesión de gobiernos débiles, que no habían propuesto cambios significativos en la sociedad ecuatoriana. Al gobierno de Febres-Cordero, violador contumaz de los derechos humanos, lo había combatido desde la trinchera de una casa editorial.

El Comercio debe tener una minoría que exprese otros puntos de vista, desde una cierta izquierda, para jactarse de su supuesta pluralidad. Lo hicieron y lo hacen hoy. Hasta que frente a Correa, que jamás lo tuvieron en sus cálculos -Álvaro Noboa fue su apuesta-, no pudieron ocultar su malestar y su escaso pluralismo. Había que ser duro con él, no se podía reconocer aciertos.

Porque nadie me dio la cara, nadie quiso hacerse cargo del maltrato que había recibido, me contacté con César Ricaurte. “Sí, es malo esto Xavier, se maltrata mucho a los periodistas, se abusa con ellos”, algo así me dijo ese individuo. Luego me salió con que los medios pueden remover a sus columnistas como parte de su hacer empresarial mediático.

Por eso, cuando lo veo de supuesto adalid de la libertad de expresión, no hago otra cosa que girar mi cabeza, derecha-izquierda, sobre mi eje, como expresión de desasosiego, ante tanto cinismo, tanto entreguismo. Nacieron ellos, los de Fundamedios, dizque para defender la libertad de expresión. Hoy, se han sesgado tanto, se han corporativizado, lo hacen sin escrúpulos, solo les va quedando el interés de los dueños de medios, sus patrones. 

Tiempo atrás, suficiente para ubicarnos antes  de este Gobierno, era comentario general el maltrato a los periodistas, permitido, entre otras cosas, por la ausencia de un sindicato que los defienda de verdad. Hoy, en esa guerra sin cuartel que desde el principio le declararon a Correa, las fundaciones, como la de Ricaurte y otros, han levantado un discurso traicionero que se ha entregado al lucro empresarial.

Cooptados, ya no contestan a los medios que incluso los llevan al exterior, a decir sus medias verdades.

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