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El Telégrafo
Sebastián Endara

Re-pensar la universidad

07 de agosto de 2018

Para (re) pensar la universidad hace falta ubicarnos en el contexto actual, no tanto para redundar sobre sus condiciones sociales -que la sabemos atravesada por el neoliberalismo-, sino para comprender cuál es la relación contemporánea entre lo pedagógico y lo político.

 Y en primer lugar decir que la expresión actual de esta relación aparece como imposibilidad del reconocimiento de la relación pedagogía-política, como si la educación constituyera por naturaleza un dispositivo al servicio del ordenamiento de la sociedad en los términos del Estado y del mercado, o las formas políticas que se adoptan -desde movimientos y partidos-, no fueran esencialmente educadoras.

En segundo lugar, no solo repetir la obviedad de que la universidad es un terreno de disputa, sino que a pesar de ello es el lugar de la validación de un conocimiento a través de procesos de legitimación funcionales al poder dominante.

La distribución y redistribución del conocimiento se da siempre y cuando se reproduzcan los dispositivos de tal validación y por tanto se dé una sumisión implícita. En tercer lugar decir que el contexto torna muy difícil comprender aquella petición de que la educación se vuelva un acto de conocimiento (Paulo Freire).

El contenido programático de la educación ya no está marcado por los ritmos y pausas históricas de la sociedad, sino por los parámetros de la macroeconomía global del capital cuyas necesidades implican cierta ingenuidad ante al funcionamiento de la realidad mezclada con la posesión seria de facultades que permitan el cálculo del beneficio a todo nivel, pero en los términos prescritos. Finalmente decir que la universidad como lugar de la diversidad y de la resistencia tiene, por paradójico que parezca, un claro límite operativo-administrativo.

No se puede combatir el orden de producción de los sentidos que permita a la sociedad recomponerse y gestar días mejores, sin cuestionar las reglas que le son impuestas para su funcionamiento, y sin proponer nuevas formas organizativas. En definitiva, sin una verdadera autonomía. (O) 

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