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El Telégrafo
Xavier Guerrero Pérez

(Re)comencemos por aquí

10 de enero de 2022

¡Llegó el día! Luego de varias semanas de ausencia, el espacio de opinión en el Diario más antiguo del Ecuador, El Telégrafo, ha retornado. Este regreso a “tener voz”, hoy, 10 de enero de 2022; y, dado que los directivos del mencionado periódico ecuatoriano han considerado la continuidad del suscrito, me parece justo, necesario y hasta urgente recomenzar este espacio por reflexionar sobre lo que equivale el aportar a la construcción y fortalecimiento del tejido social desde la sección columnas y opinión de un medio público, a partir de tan solo dos consideraciones:

Primero: La administración del ciudadano Guillermo Lasso Mendoza lleva liderando los destinos del país por más de seis meses. La pregunta: ¿Se ha trabajado para comprender y luego asimilar lo que significan ‘medios públicos’, y cuáles son las implicaciones de estos dentro del ámbito de la comunicación, el periodismo, la comunicación profesional y, desde luego, la libre expresión y opinión? Desde la sinceridad, y con la franqueza que me ha caracterizado, lamentablemente no. Siendo más categóricos, parecería ser que, de a poco, se ha ido restando importancia a una tarea de rendimiento social, y esto debido a que se ha centrado la atención en otras tareas de igual importancia, como por ejemplo la solemnidad a la independencia de funciones. Nótese que tan importante es gobernar una nación absteniéndose de incidir o “meter las manos” en poderes como el judicial, como también el fortalecer la democracia a través de la atención y robustecimiento de los medios públicos.

Señoras y señores, no estamos frente a un asunto de poca o mínima importancia. Colegas en este mismo diario, así como políticas y políticos tanto dentro como fuera de la región han abonado a la bandera que está a favor de la existencia de los medios públicos dentro de una sociedad que busca ser ‘más o menos’ democrática. Alejándome de contribuir a ese flameo, lo que no equivale a mi desaprobación. Más bien, y siendo miembro de quienes están a favor de la vigencia perpetua de los medios públicos, fijo mi atención en quienes tenemos la responsabilidad de ser columnistas en un determinado medio público: nuestra labor, desde luego siendo rigurosos, veraces, éticos, civilizados y profesionales, está en sumar al balance que los medios públicos están llamados a generar, en el espectro que comparten con los medios tradicionales. Es más, y descartando una actitud arrogante, tanto años de estudio así como la experiencia me permiten hoy esgrimir que: a) la misión de los medios públicos está en informar a las audiencias mediante contenido de alta calidad, que muestre los hechos “tal y como son”, que ahonde en los mismos, que dé cabida a “todas las voces, todas” (especialmente de alto nivel), donde jamás se dé cabida al proselitismo político y donde la idea de que se vuelva “caballo” que sirva de plataforma de lisonja o de oposición del gobierno de turno esté prohibida; y, solo así, b) la visión de los medios públicos está en trabajar para equilibrar la lógica que, de forma paulatina, se está cimentando en nuestras sociedades: corrientes de medios tradicionales disputándose permanentemente por mayores retornos económicos vistos en “puntos de rating”, a su vez simbolizados en planas vendidas con mayor contenido publicitario, y, en corrientes de plataformas digitales donde erradamente se piensa y se parte de que la responsabilidad no existe, donde es más feroz la competencia para tener más “likes” o ‘vistas’, y donde la contextualización queda, en el mejor de los casos, en último plano, ya que el sitial fundamental es “lanzarlo primero”, aunque la “información” sea desactualizada o, increíblemente, falsa. Desde luego, están las excepciones de ley.

Segundo: La pregunta, la cual formulo a los lectores: ¿Se debe dar paso a la crítica, incluso ‘dura’, pero propositiva, en un medio de comunicación público? Desde luego que sí. Es sano. Es deseable. Es el “deber ser”. Los medios de comunicación de índole público son distintos a los medios de comunicación de índole oficial. Otra tarea pendiente del gobierno del presidente Guillermo Lasso Mendoza. En nuestro país, tanto Radio Ciudadana como lo que en su momento existió ‘El Ciudadano TV’, son parte de los medios de comunicación oficiales. En los primeros, el señalamiento moldea las voces que provienen de otros frentes de la comunicación, generalmente son móviles: en ocasiones están a favor del gobierno de turno, y en otras están en contra del gobierno de turno, básicamente por intereses que perseguían, sea individuales o colectivos, y que no lograron obtener. En los segundos, lo que impera es la información del poder estatal, y ahí sí tiene cabida la campaña publicitaria que busque llegar hasta las periferias con el mensaje del administrador del estado y las acciones que realiza a favor de sus representados.

Si la idea de las ecuatorianas y ecuatorianos es que nuestros representantes en el aparato público conduzcan al país a ser una sociedad desarrollada, civilizada, y donde la política pública sea debatida, cuestionada y reflexionada desde las columnas de opinión, entonces el camino está en el fortalecimiento de los medios públicos, a través de la atención a los mismos, de la inyección de recursos (lo que no implica desperdicio, ni gasto, cuando se establecen parámetros para medir la inversión, y el correspondiente monitoreo, ajuste y retroalimentación), y de la suma tolerancia a la crítica propositiva, descartando -por parte tanto del gobierno de turno como de cada uno de sus funcionarios, incluyendo a los simpatizantes del partido político oficial- la satanización o la estigmatización por “ser duros”, por “no aplaudir” o por “no coincidir”.

Culmino invocando el caso de la BBC de Londres. Medio de comunicación público con un modelo de financiamiento particular (ingresos vía impuestos de las y los ciudadanos). ¿Impensable en Ecuador? Lo dudo. Una de tantas razones, solicitando dispensas por contestar con otra interrogante: ¿Las y los columnistas de un medio público en Ecuador deberían recibir emolumentos por sus escritos? La respuesta: si medios tradicionales los cancelan, ¿por qué no? De hecho, detrás de las líneas hay esfuerzo, hay talento, hay intelecto. Se dirá: bueno, nadie le pide que escriba. La respuesta a esa aseveración: ciertamente, pero el valor agregado está en que quienes hoy por hoy construyen sociedad con su voz desde los medios públicos ya han demostrado que su pasión por aportar ideas, por la patria, y por ser mejores personas y ciudadanos ha priorizado. No obstante, toda persona necesita de estímulos. Lo dicen las máximas del comportamiento organizacional.

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