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El Telégrafo
Xavier Guerrero Pérez

¿Razones para que Jesús llore?

27 de marzo de 2023

En el pasaje evangélico de ayer, según San Juan (capítulo 11, versículos 1-45), Jesús lloró y sollozó, por tres ocasiones. La razón: la muerte de su amigo Lázaro.

Es poco común encontrarnos con escenas de la vida de Jesús, donde él esté sumergido en en dolor y, por ello, rompa en llanto.

Y precisamente por lo dicho, tomé algo de tiempo para dar vida a esta columna, y, abrazado por la audacia, plantear una puntual interrogante con el fin de pretender contestar la misma bajo el contexto de hoy. Es necesario puntualizar, previamente, que Jesús es Dios, y que es amor y nos ama.

¿Por qué Jesús lloraría? Partamos del siguiente ejemplo: Jesús se entristeció porque su amigo Lázaro murió. Es humano. Le provoca dolor la partida de una persona que conoció y que estaba dentro de su círculo de amistad. Experimenta la pena, el vacío, el sufrimiento. El paralelismo en nuestros días se configura cuando vivimos una pérdida humana, sea de forma directa (uno de nuestros seres queridos) o sea de forma indirecta (miembros de círculo de amistad, de trabajo, o de la comunidad): nuestra reacción (en la mayoría de personas, con sentimientos puros) es similar a la de Jesús: nos quebramos y nuestras emociones florecen.

Teniendo el panorama más claro. Vuelvo a preguntar: ¿Por qué Jesús lloraría? Quizá cuando:

  1. a) sus instrumentos en la tierra, los sacerdotes y obispos siguen siendo indolentes con sus propios pares, los seres humanos. ¿Cuántos de nosotros nos hemos sorprendido cuando escuchamos relatos de hermanos de otros credos, en cuanto a que sus guías están muy preocupados por ellos, y lo demuestran? Muchas y muchos. Hace muy poco fui testigo de una situación que me causó preocupación: en la banca de una Iglesia, una señora se acercó a un sacerdote -católico-, y lo saludó de forma amable. Ella le preguntaba sobre su salud y la de su progenitora. Él nunca le dijo: ¿Cómo estás? Ella misma le compartió parte de sus dificultades. Él solo le dijo: calma y soporta, acto seguido le dio la mano y se retiró. Inmediatamente vino a mi mente lo que presencié hace muchos años atrás, mientras me encontraba (por razones que exclusivamente Dios sabe) en una Iglesia Evangélica: en el lugar destinado para el culto, un joven llegó y se sentó en la última silla de la primera fila. El pastor encargado salió a verificar que todo se encuentre en orden para el acto religioso, pero antes de devolverse, se acercó donde estaba aquel joven. Sin duda era nuevo en el lugar. No se quedó de pie, sino que se sentó a lado de él y lo abrazó. Desconozco qué ocurrió después porque salí del lugar, pero el diálogo se extendió por varios minutos. ¿Eso ocurre en la Iglesia Católica? ¡Yo no lo he visto! Mantengo las esperanzas de que suceda en alguna parte del mundo, y de poderlo experimentar, sea directamente o convirtiéndome en espectador. Jamás, de lo que llevo de vida, he visto a algún sacerdote ni mucho menos a un obispo acercarse a una persona que necesita auxilios espirituales o inclusive tan solo que les escuchen y les animen. ¡Nunca! Ni peor que les reciban con un abrazo o que demuestren interés y deseos de ‘servir como consuelo’.

Sí debo decir que recientemente conocí el caso de un seminarista que, no esperó mucho tiempo luego de que la persona le expresara lo que le estaba ocurriendo para expresar: “¿Puedo ayudarte con algo?”. Si siendo seminarista actúa de esa manera, me imagino que como sacerdote será una de las personas más buscadas por quienes desesperadamente desean encontrar alivio y aliento. Bien por él, para gloria de Dios. Y ojalá se multipliquen, aunque creo que él es como lo que ocurre en el mundo del fútbol: cracks nacen cada 50 años.

  1. b) su creación humana opta por el egoísmo y la vanidad, en vez de actuar para ‘hacer lo correcto’. Al parecer no nos aburrimos ni peor nos cansamos de querer “lo ancho” para “unos pocos” y para los demás el “allá, a la buena de Dios”. Casos de personas que la han embarrado completamente, y se obstinan en afirmar (en palabras de Sartre) que el infierno son los otros, y no ellas(os). Situaciones de personas que, cuando estuvieron en una orilla, criticaban a otras personas por los actos que realizaban, pero hoy que -las y los críticos- están en la otra orilla, actúan con más intensidad que los criticados, y cuando los demás observan esas actitudes, tachan esos señalamientos como ruptura de la paz. Y anhelo que quienes se comportan de esa manera no se atrevan a recibir la hostia consagrada en la Eucaristía. Sería la representación de escupir a Dios cada vez que lo hacen.

¿Por qué Jesús lloraría? Por nuestro comportamiento, el cual desplaza al ser humano por todo lo que poco o nada interesa: el tener, el placer o el poder.

¿Por qué Jesús lloraría? Por ser reaccionarios, en vez de proactivos; por ejemplo, el tomarse tan solo pocas horas para aseverar desde el púlpito con voz potente de que lo que ha ocurrido en tres diócesis de Italia no aplica -ni ocurrirá, probablemente- en Ecuador: la eliminación de padrinos y madrinas en el sacramento del bautismo. Ah, pero al parecer no se tiene el mismo ánimo cuando se trata de abordar el valor de las tasas por servicios administrativos para los sacramentos, o, el hecho de que las iglesias se están convirtiendo en lugares ‘de momento’: al sacerdote usted lo ve en misa. Fuera de ella, nunca hay tiempo para quien necesita de Dios.

¿Por qué Jesús lloraría? Por seguir depredando nuestro hogar: el planeta tierra. Personas que creen que la arena de la playa es un gran basurero, que hasta pañales de bebé puede recibir. Personas que consideran que las calles son lugares para recibir basura, lanzada desde las ventanas de vehículos o de las unidades de transporte público. Personas que conciben a la contaminación ambiental (por monóxido de carbono) como inexistente, y por ello parten del hecho de que mientras más vehículos se tenga en un mismo hogar, más “comodidad” se tiene.

¿Por qué Jesús lloraría? Por ser atrevidos con nuestros progenitores. Por no cumplir con nuestras obligaciones (legales, incluyendo las tributarias) ante la sociedad, aún cuando la tarea luzca incompleta, no prioritaria o hasta desatendida. Por engrosar los índices de violencia, tanto en las familias como en los estratos laborales, gremiales o de afecto; sin excluir a la violencia política ni la violencia de género.

¿Por qué Jesús lloraría? Por dejarnos afectar de las críticas destructivas. Por permitir que las palabras de hermanas y hermanos nos hieran. Y, sobre todo, por dar permiso para que los incorrectos e inadecuados testimonios nos arrastren a propagarlos. Por ejemplo, si un sacerdote, o un líder público muestran cero empatía y desinterés ante el cuadro dramático de aquellas hermanas y hermanos que la están pasando mal, nosotros y nosotras caigamos en lo mismo.

¿Por qué Jesús lloraría? Por, evitando alimentar el mal, no hacer nada para propagar el bien. O, en buen romance: ante el navegar contra la corriente (que supuestamente se torna “imposible”), me dejo arrastrar por la misma.

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