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El Telégrafo
Erika Sylva Charvet

Quito y su desmemoria

06 de diciembre de 2016

Quito es uno de los últimos reductos de celebración simbólica colonialista de Ecuador. Y, seguramente, el más resistente, considerando que en 1987, por iniciativa del entonces concejal Rafael Quintero, del FADI, el Cabildo quiteño decidió desafiar al colonialismo y resignificar la memoria del origen de la ciudad. En consonancia con ello, su sesión solemne empezaría a realizarse los 1 de diciembre, Día de Rumiñahui, así declarado por el Congreso Nacional en 1985, en memoria de la figura cimera de la resistencia anticolonialista del país.

Ese hecho de honda significación político-simbólica, fue, sin embargo, enterrado por las siguientes alcaldías. La del Gral. Paco Moncayo, por ejemplo, irónicamente hoy candidato de Pachakutik, recuperó la fecha hispanista del 6 de diciembre como emblemática del origen de la ciudad, volviendo a instalar las sesiones solemnes del Cabildo en ese día. El 1 de diciembre ha sido mantenido, pero como un apéndice necesario, aunque marginal e insignificante, comparado con los honores que se les otorgan año tras año a los colonizadores, política que mantuvieron las siguientes alcaldías.

Junto con Quito, las capitales de provincia que han constituido al hecho colonial como su momento constitutivo son Zamora, Puyo, Tena e Ibarra. Ibarra, por ejemplo, ha hecho de la fundación española una fiesta mayor a la de la Batalla de Ibarra del 17 de julio de 1823, parte de la gesta independentista y la única batalla en la que combatió el Libertador Simón Bolívar en lo que hoy es Ecuador.

Felizmente, esa no es la tónica de la mayoría de capitales, nueve de las cuales conmemoran su origen en el marco republicano, ya sea en sus cantonizaciones o provincializaciones verificadas en los siglos XIX y XX. Pero, más importante aún, las nueve restantes (Latacunga, Ambato, Riobamba, Guaranda, Azogues, Cuenca, Loja, Esmeraldas y Portoviejo) asocian su momento constitutivo trayendo a la memoria sus luchas independentistas, lo cual muestra un consenso social más libertario en torno a lo simbólico en su tejido social.

El caso de Guayaquil, en cambio, aparece como un retroceso, ya que fue una de las ciudades que durante gran parte del siglo XX asoció su momento constitutivo a la insurgencia independentista. Pero durante los regímenes municipales socialcristianos de las últimas décadas reinstaló en el pueblo la memoria colonialista, conmemorando anualmente la fundación española, e instaurando, así, una ambigüedad en la identificación simbólica de sus orígenes.

En todo caso, hoy que estamos en otro 6 de diciembre, en el que las nuevas generaciones se unen entusiastas a las antiguas en la celebración de la desmemoria, debe señalarse que Quito se lleva el palmarés colonialista, pues los poderes locales generalmente silenciaron y subalternizaron los hechos con significación libertaria -como el Día de Rumiñahui, o la Batalla del Pichincha de 1822, o, incluso, el 10 de agosto de 1809-, al momento histórico que simboliza la brutal conquista española y el inicio de la colonización de nuestros ancestros. (O)

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