El debate relacionado a la globalización, la economía y la sociedad implica la construcción de un nuevo paradigma de desarrollo en donde los sistemas productivos y los mercados adquieren dimensiones globales, los Estados ceden su rol inversor a las Multinacionales, las TIC y la versatilidad del transporte han permitido incorporar al comercio mundial productos antes considerados no transables, aspectos que han fortalecido los procesos de integración económica. En este dinámico entorno las ciudades -más aún con los impactos de la pandemia- han adquirido un protagonismo decisivo en el desarrollo y bienestar de sus habitantes. La competencia de las empresas se desenvuelve en un entorno productivo e institucional del que forman parte, del cual se derivan los procesos de acumulación de capital que están condicionados por factores claves como la calidad del capital humano, la capacidad de innovar y difundir tecnologías propias, adopción de flexibles y nuevas formas de organización que puedan generar sinergias locales, etc., configurando de esta manera una mayor y mejor densidad institucional y el desarrollo endógeno de economías de urbanización. Así pues, la institución que se encuentra en el centro de este proceso es el Municipio, obligada a liderar e interpretar la dinámica económica de su ciudad para proponer medidas que estimulen los procesos de acumulación de capital y canalizar las iniciativas locales que permitan estimular y procurar este desarrollo endógeno.
Quito tiene los índices económicos y sociales más altos, la mayor densidad empresarial en industria y servicios, pero también la mayor desigualdad social, ciudad de paradojas como son las grandes ciudades en la que el énfasis del debate debería estar en cómo emprender en la construcción social de un modelo de desarrollo endógeno que le permita ser atractiva a la inversión e insertarse con éxito en la globalización. Esta breve reflexión de claro tono académico y de ciencia social está muy lejos de quiénes conducen el Municipio de Quito. Resulta lamentable y triste observar que la ciudad navega a la deriva. La gestión municipal concentrada en confundir las restricciones y regulaciones relacionadas a la pandemia en contraposición del COE nacional, en proponer un débil modelo de gestión para el Metro de Quito y en tratar desesperadamente de tapar los agujeros que hacen agua por todas partes por presuntos hechos de corrupción que involucran a la propia familia del actual alcalde, ha perdido el norte y lleva inexorablemente al hundimiento de su institucionalidad. Sus máximas autoridades y buena parte de sus concejales han priorizado la búsqueda de beneficios individuales y han desarrollado un nivel de descaro nunca vista en esta alcaldía. ¿Qué más deberíamos esperar para procurar un cambio radical en la conducción del Municipio de Quito?