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El Telégrafo
Jéssica Jaramillo

Más que un partido de vóley

13 de junio de 2020

No puedo dejar de apreciar a Quito sin su gente, sus parques, túneles, parroquias y la historia impregnada en el casco colonial. Tuve la suerte de estudiar en una escuelita fiscal del centro, caminar a diario entre el Ipiales y La Marín; y crecer admirando la rebeldía de un pueblo libre.

El Palacio Municipal convive con sus vecinos en la Plaza Grande, desde ahí ha visto a mandatarios con pomposa popularidad y sus estrepitosas caídas; movilizaciones, huidas en helicóptero y hasta farras con Bosé.

Seguramente por eso, algunos sueñan con ser Alcalde, para luego cruzar la calle e instalarse en Carondelet. Pero la ciudad es más que un capricho, administrarla puede ser tan complejo como gobernar el país.

Quito es una metrópoli, que alberga a nacionales y extranjeros, en donde 12 de cada 100 capitalinos son pobres; y existen más de 11 mil trabajadores ambulantes versus 4700 formalizados. El desempleo ha crecido al igual que el subempleo, realidad que la pandemia visibiliza en las calles.

Es una ciudad con profunda desigualdad, reflejada en el territorio en los pocos accesos de habitantes del extremo norte, sur, la ruralidad abandonada, niños callejizados, microtráfico y sectores con mucha inseguridad; por lo que, requiere de políticas locales de mediano y largo plazo hacia el desarrollo sostenible con inclusión y equilibrios.

Gobernar Quito es más que un partido de vóley, se debe sentar las bases de una ciudad con economía circular, seguridad ciudadana, reducción de índices de violencia, democratización del transporte, desconcentración y ampliación de servicios, protección a lo más vulnerables, regularización del comercio informal, políticas para emprender, crecer y redistribuir, pues la pobreza no se contagia, pero se hereda.

Si ésta administración no es capaz de construir una ciudad distinta, en donde podamos vivir tranquilos, al menos no permitan el asalto de las arcas municipales, porque estamos hartos de que nos roben.

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