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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

¿Quién ha vivido entre las nubes?

07 de enero de 2016

Dicen los que saben que para andar entre las nubes basta estar enamorados, o fumar alguna sustancia perseguida por los inquisidores de nuestros días. Y afirman que andar entre las nubes e imaginar otra realidad distinta y creerla cierta, parece ser un requisito para el éxito en estos tiempos. Inclusive existe una palabra que nunca utilizamos para definir a quien vive, despistado, entre las nubes: nefelibata.

Más allá de la palabra sin usar, hubo un hombre que conoció la experiencia de estar entre una nube que para los pilotos es una pesadilla porque puede arrancar un ala al avión, o partirlo en dos.

Todos hemos visto esas nubes blancas, brillantes, que parecen una abuela gorda, allá en el cielo, ingrávida, calmada y majestuosa. Pero por dentro esas nubes son una locura turbulenta de vientos de cientos de kilómetros por hora, que agitan y elevan granizos más grandes que pelotas de tenis. Son los cúmulo nimbus.

El único hombre que cayó desde los cielos y atravesó una nube de estas, y vivió para contarlo, se llamó Willam Rankin. Esta fue su experiencia:

Rankin, piloto norteamericano de guerra, en un vuelo tuvo al frente un cúmulo nimbus que alcanzaba 15.000 metros de altura. De manera rutinaria se elevó por encima de ella hasta los 16.000 metros y, justo, cuando estaba en la parte más alta, los motores se apagaron y tuvo que eyectarse de emergencia. Rankin llevaba ropa simple, no presurizada, y la temperatura exterior era de - 50 C. Primera amenaza, morir congelado. Segunda, la descompresión violenta que le hizo arrojar sangre por todos los orificios de su cuerpo y que le infló el estómago como si tuviera dos embarazos.

El frío extremo le causó tremendos dolores que, por suerte, también entumecieron enseguida su cuerpo. A esa altura era imposible respirar y antes de perder el sentido, Rankin puso el dispositivo de oxígeno en su boca. Cayó durante cinco minutos a través de un túnel negro, y de repente fue empujado por ráfagas de viento que lo volvían a elevar. Y empezaron los truenos que lo zarandeaban con el impacto del sonido como si estuviera dentro de una licuadora llena de trozos de hielo. Rankin deliraba y soñaba que estaba en un infierno perseguido por demonios con garrotes de luz. En un momento su paracaídas automático se abrió y esto salvó su vida. Su descenso tomó más de 40 minutos y fue arrojado por la tormenta a más de 100 kilómetros de donde se había eyectado del avión.

En ajedrez, la actitud calma de los ajedrecistas también engaña. Sus mentes, turbulentas, son como cúmulo nimbus dispuestos a desatar relámpagos y tormentas.

1….T6C!!; 2: DxT (Si 2: PxT, D6R con mate)… A5T y el gana el negro.

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