La globalización de la opinión publicada permite la difusión de ideas a costos cada vez menores y a velocidades impensables. Esta conectividad genera la percepción de que el acceso a las noticias es espontáneo y -si la fuente o autores están revestidos de algún tipo de credencial- asumimos las opiniones como objetivas y ciertas. Sin embargo, una parte de este flujo informativo viene cargado de ideología, lo cual no tendría nada de malo si es que fuese transparente y explícito.
En este sentido, preocupa una corriente de opinión política disfrazada de conocimiento científico que ronda la opinión transnacional: la idea de que el mundo está cada vez mejor gracias al capitalismo. No soy fan de atacar al capitalismo como fuente de todos los males, pero es necesario evadir abiertamente los simplismos que intentan construir verdades sin rigurosidad científica ni honestidad intelectual.
No existe espacio académico respetable que se convenza de que la causa de alguna condición social se debe a un solo factor. Los cientistas sociales que obtienen prestigio son los que logran resolver preguntas causales bajo la incertidumbre y comprensión de múltiples causas y múltiples consecuencias.
De esto se deriva el hecho de que las condiciones sociales actuales no son consecuencia de un sistema político dominante, sino de continuas luchas sociales y políticas dentro y entre varios sistemas-conflictos que no son deterministas ni unidireccionales: los avances también son consecuencia de fuerzas distintas al capitalismo, muchas veces diametralmente opuestas.
Ahora bien, la presencia de estas opiniones no es casual: provienen de un aparato financiado por organizaciones de derecha que, revestidas de distintas máscaras ideológicas, promueven ideas conservadoras que buscan mantener las estructuras de poder. EE.UU. discute abiertamente cómo poderosas familias conservadoras, como los Koch y Mercer, financian fundamentalismos maquillados de ciencia. Esta influencia también está silenciosamente presente en Ecuador.
¿Cómo defenderse? La primera prueba de fuego que debe atravesar todo opinólogo es revelar quién lo financia. (O)