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El Telégrafo
Ramiro Díez

HISTORIAS DE LA VIDA Y DEL AJEDREZ

¿Quién era ese tal Hitler?

27 de octubre de 2016

Alguien decía que para saber cómo sería el mundo si los nazis hubieran ganado la guerra, bastaría con ver y escuchar las noticias de todos los días.

Nada mejor que un chiste feroz para decir una verdad. Este mundo racista y xenófobo, donde unos humanos se creen superiores a otros, es el gran triunfo de los nazis. Perdieron militarmente la guerra, pero la ganaron en el campo filosófico, sin importar a cuántos hubieran ahorcado en Núremberg. Y por encima de ellos estuvo Hitler, cuya vida sigue siendo ¡vaya sorpresa!, bastante desconocida.

Hitler predicaba la superioridad racial y física, aunque Max von Gruber, nacionalista alemán, profesor de la Universidad de Munich lo describía así: “Rostro y cabeza de mala raza, mestizo, bajo, frente huidiza, nariz fea, pómulos anchos, ojos pequeños, pelo negro. Expresión del rostro: de convulso demencial.” “Sus éxitos se explican”, agrega Gruber, “por esa espantosa felicidad que experimenta ante sí mismo.”

Ese convulso demencial, cuando tenía 20 años, se quiso suicidar. En el último momento, un amigo le arrebató el arma y le salvó la vida. Quizás con ese acto, sin saberlo, condenó a muerte a cerca de 70 millones de seres humanos.

Su historia de sombras empieza con su propio padre, un hombre que intentó ocultar siempre que había sido zapatero y logró el sueño de su vida el día que le pusieron uniforme de empleado aduanero. Era hijo de madre soltera, de apellido Schicklgruber y el hombre llevó ese apellido con vergüenza, hasta su primer matrimonio, con una niña de 14 años. Entonces decidió cambiarlo por Hitler, que era el apellido de su suegra. Después, en su tercer matrimonio, nació Adolfo, quien debería haberse llamado Adolfo Schicklgruber, y no Hitler.

Hitler dejó de estudiar a los quince años. Hoy sería casi iletrado. Y aunque fue rechazado en varias ocasiones para convertirse en estudiante de artes, no pintaba mal. Esa es la tragedia. Picasso dijo que, de haber podido, le habría comprado más de una pintura a ese joven que, a los 20 años sobrevivía alimentándose en hospicios de caridad.

Después vino la cárcel, la política, su locura religiosa, su fiebre anticomunista y antisionista y, detrás, el pueblo alemán fanatizado creyendo en salvadores. “Quiero hacer la guerra ahora que estoy joven, para retirarme a pintar. Soy un artista.”, le dijo al Embajador Británico.  Hoy, Hitler tiene más admiradores en la política que en la pintura. La Diosa de la Barbarie nunca estará escasa de fieles.

En ajedrez, en cambio es la Diosa Razón, la solitaria, la que debe imponerse.

                                                                        1.    DH6;Cxh6
                                                                        2.    f7+ ;  Df6
                                                                        3.    Axf6 mate

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