Preparé unas líneas que una puntual organización me solicitó -por mi modesto recorrido profesional- sobre los distintos planes presidenciales que ayer, domingo 7 de febrero, la ciudadanía se prestó a valorar a través de su voto. Por razones involuntarias, no se pudieron difundir a la opinión pública. En todo caso, y en pro de que tales no sean infructuosos, las socializaré por este medio.
¿Cómo evaluar si las 16 propuestas presidenciales se tornan irrealizables, demagógicas o populistas? De paso, ¿Escapan de ese análisis las propuestas hechas por las candidatas y candidatos a la Asamblea Nacional (Legislativo) y al Parlamento Andino?
Creo conveniente partir por una amigable conceptualización, para mitigar al máximo que la pasión y la simpatía o antipatía por alguna candidata o algún candidato impere. Por un lado, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, lo irrealizable es todo lo imposible de hacer. Por otro lado, mientras que la demagogia es aquel estilo de hacer política donde el engaño y la irresponsabilidad son los elementos característicos, donde los gobernantes prometen lo imposible, donde buscan contentar pasiones y no resolver los nudos críticos sociales y cuyo actuar se basa en la permanente burla a las expectativas de los gobernados (e incluso, en palabras de Montesquieu: lo peligroso es cuando personas comunes por su mediocridad llegan a administrar los espacios democráticos, corrompiéndolos en demagógicos); el populismo es también un estilo de hacer política pero: sin ideología, y donde la figura del caudillo es la protagonista, cuyo actuar, con toda libertad, concesiona demagógicamente con el pueblo, manipulándolos y movilizándolos bajo intereses no necesariamente en pro del bien común.
Consecuentemente, y reformulando: ¿Hay propuestas presidenciales impuras de gobierno? Estimo imposible analizar todas y cada una de ellas, y ni qué se diga las legislativas. Sin embargo, mi criterio es que todo plan de gobierno debería -dado el fenómeno de la pandemia- contener ideas y estrategias, no tácticas, ya que precisamente el nuevo coronavirus convierte al entorno en incierto y que demanda de renovación y reacción inmediata. Uno de los candidatos ofrecía en sus primeros 100 días vacunar a 9 millones de ecuatorianos. Me pregunto: ¿Hay liquidez presupuestaria? Y si la hubiere ¿Hay farmacéutica en el mundo que ofrezca disponibilidad inmediata? Ni lo uno ni lo otro. Qué tipo de propuesta es esa. Bueno, juzgue usted.