Colombia, nuestro país vecino, es mucho más grande que el nuestro y tiene una población tres veces mayor: alcanza la cifra de 51 millones de personas. Entre sus singularidades geográficas, además de su pertenencia a la gran región andina, cuenta su salida a los dos mares, el Atlántico y el Pacífico, un beneficio especial en la fase económica de la globalización, en la que cuenta sobre todo la conexión a rutas de todo tipo.
Los datos sociales sobre Colombia indican que, al igual que otros países de la región, enfrenta una alta tasa de pobreza y desempleo. Mientras en Ecuador, la tasa de desempleo alcanza el 4.7 % (INEC) en Colombia roza el 12.1% (DANE). No obstante, existe una diferencia sustancial, la desnutrición infantil en el país vecino es de 13.2% y en el nuestro del 27%. (UNICEF). El analfabetismo en Colombia es del 5.24% y en nuestro país alcanza más del 6%.
Los datos macroeconómicos de Colombia mostraron un crecimiento del 10 % del PIB en 2021, pero el capital monetario no beneficia a toda la población, que experimenta mayoritariamente no solo pobreza y desempleo, sino, además, una inflación de los precios del 3% anual.
Colombia exporta sobre todo aceite crudo de petróleo, café y oro (OEC). Estos datos oficiales, no reflejan la economía paralela y soterrada, ligada a la producción de coca y cocaína, que alcanzaría el 2 o 3% del PIB, derramando un impacto no cuantificado en un mercado global que consume estos productos ilegales de impacto nefasto en la salud humana.
Cualquiera sea el resultado de las elecciones presidenciales en Colombia, parece poco probable que cambie la estructura económica y social de ese país, porque ella es parte de un sistema económico global interdependiente. Los matices entre las opciones estarían en torno a mejorar factores de movilidad social, como salud y educación. Sin embargo, el foco de los debates, durante la primera vuelta, se centró en la economía petrolera, gestionada por una empresa mixta, cuya producción representa el 5% del PIB nacional
Para Ecuador es sustancial que el Estado y el pueblo colombiano estén sanos, no solo para mantener la relaciones políticas y comerciales propias de la vecindad, sino sobre todo para evitar que se expanda la violencia gestionada por corporaciones dedicadas a la producción y comercio de estupefacientes, a la mercantilización de las vidas humanas y la violencia. ¡Veremos!