Recuerdo con claridad, hace muchos años, cuando era adolescente haber escuchado en la construcción vecina a mi casa, gritos de dolor de una joven mujer, pareja del guachimán. No pude resistirme a la situación y fui a su casa, donde presencié como este hombre la golpeaba e insultaba. Intervine y ella me increpó: “que pegue nomas, marido es”. Con rabia e impotencia me retiré del lugar.
Pocos días después le cortó los dedos. No recuerdo su nombre. Mas sí, su mano ensangrentada y su rostro desencajado por el dolor. Poco después, cuando se terminó la obra se fueron. No supe más de ella, pero esa escena no la olvido jamás.
La violencia contra las mujeres estaba y sigue siendo justificada culturalmente. Muchas veces, nosotras mismas la justificamos diciendo: me pega lo normal, me pega no muy duro. Asumimos que la violencia es el precio que debemos pagar para mantener el matrimonio o la convivencia. La permitimos en muchos casos por miedo o vergüenza. Escapar de la violencia no es sencillo.
Y así en esta sociedad violenta, que ha normalizado las agresiones, mueren cada día más mujeres en todas las clases sociales y en todas las edades. Cada 31 horas se produce un femicidio. 245 han muerto en lo que va del año.
Maria Belén Bernal es una de ellas. Ella como muchas, gritó, suplicó, durante más de 20 minutos, ayuda al interior de la Escuela de Formación de Policías y nadie hizo nada. Que no hay que meterse en “problemas de pareja” le habría dicho un oficial al cadete que le informó lo que pasaba.
Imposible entender, tanta ineptitud y negligencia, en la escuela de formación, donde se educan los individuos llamados a protegernos. La dejaron morir.
Como este oficial, hombres y mujeres anestesiados, miran impávidos, como testigos presenciales, las agresiones a las mujeres y no hacen nada. Se trata de invisibilizar la violencia contra la mujer, un grave problema que tenemos como sociedad.
De su lado, el Estado preocupado, ahora, por el impacto de este crimen, ofrece otra vez recursos y atención a la violencia que vivimos las mujeres. Lo que ha hecho hasta ahora es muy poco en prevención y atención. Esta falta de compromiso y seriedad para atender la problemática sigue colocando a la mujer en situación de vulnerabilidad. Por ello las mujeres, antes que nuestras voces se silencien, seguiremos gritando los nombres de las víctimas. La tragedia de María Belén, Zara, María, Dolores y muchas otras, no puede quedar tan solo para titulares de periódicos, conversaciones de sobremesa o discusiones en redes sociales. Son crímenes, no temas de coyuntura, que se olvidan al día siguiente.
Como sociedad hay que reconocer que la violencia es un problema común. No debemos resignarnos a vivir como simples espectadores de esta violencia que destroza vidas y familias. No podemos ser inmunes al sufrimiento de tantas mujeres que son maltratadas a diario. Hay que recuperar, con urgencia, la empatía y hacer el compromiso de no tolerar la violencia contra la mujer, en ningún caso.