Después del éxito en los comicios de referéndum y consulta popular, alcanzado por la patria ecuatoriana el 7 de mayo pasado, nosotros, los ciudadanos, debemos sostener con nuestra actitud vigilante y acción cotidiana la exigencia para que se cumpla el mandato popular en las diez preguntas planteadas, cuyas respuestas afirmativas por parte del conglomerado social son de cumplimiento obligatorio para todos.
Aunque evidentemente es arduo sostener la coherencia entre el legítimo entusiasmo y felicidad por el triunfo obtenido y soportar la prepotencia y el desprecio de unos cuantos fracasados y derrotistas que quieren esconder la luz del Sol bajo el dedo pulgar, se estableció la voluntad victoriosa del electorado ecuatoriano por la opción “Sí” que aplastó la quimera ambulatoria del empate técnico esgrimido inmoralmente por la mediocracia y nihilista e ilusos que aún flotan en cafés de Quito y de otras ciudades.
Empero aquellos compatriotas, la gran mayoría respetables, que no votaron por la opción triunfadora, e inclusive algunos grupos sociales y gremiales que sustentaron posiciones contrarias al proceso constitucional en mención, en su legítimo derecho de disentir, en un marco de un debate civilizado y de buena fe, merecen la atención y reconocimiento de los connacionales.
La edificación de un pensamiento crítico justo, de una cultura auto y heterocuestionadora, dentro de un mundo más y más cercano a lo humano y cada día más ajeno a la injusticia social, es un objetivo de la revolución.
Las experiencias políticas previas, en nuestro país, siempre sustentaron las necesidades de pláticas de la oposición y el gobierno de turno, cuando este había perdido una elección importante o como fruto del crecimiento oposicionista por crisis coyunturales por medidas antipopulares, devaluaciones o escándalos financieros, conflictos territoriales o frente a los empujones nada éticos, en las puertas de la sedición.
Y aunque no hay realmente un desafío antagonista -son tan deleznables sus argumentos y tan desprestigiados sus actores- sin embargo la decadente letanía de las prédicas de algún iluminado genera el rebote en la caja de resonancia que son algunos de los medios de difusión colectiva, que es el verdadero armado opositor, dentro de la lógica del poder, a los cambios relevantes y necesarios para la nación ecuatoriana.
Pero, y a pesar de ello, debe hacerse un esfuerzo serio desde la sociedad toda para intercambiar opiniones con sujetos y grupos que solventaron posiciones adversarias a la consulta, pero inmersas en un discurso racional constructivo y decente.
La tesis leninista de la grandeza frente al opositor derrotado tiene plena vigencia hoy.