No fue un gazapo ni mucho menos una mala “traducción” o descontextualización. Sí fue una confirmación de un pensamiento instaurado, pocas veces explícito, pero que cuando salta al aire explica otras posturas del candidato más “mimado” de la derecha ecuatoriana (y eso incluye a algunos medios, analistas, periodistas, líderes empresariales y asambleístas “socialdemócratas”).
El candidato de CREO, el mayor accionista del Banco de Guayaquil, Guillermo Lasso, repite en una entrevista con la agencia inglesa Reuters lo que escribe en la página 231 de su libro “Carta a mis hijos”: los movimientos políticos que han llegado, vía elecciones, al poder político, en Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador son producto de una “franquicia ideológica, al igual que la franquicia de MacDonald’s en los alimentos”.
Pero en ese mismo libro, al hablar de las dos izquierdas, tras analizar el fracaso de la llamada “partidocracia” (¿no fue parte de ella?), comenta: “Pero es de justicia reconocer que también hay otra izquierda, que es moderna, que respeta las leyes del mercado, que fortalece al Estado en su papel regulatorio, y se concentra en lo que debe: dar salud, educación y llevar adelante políticas sociales basadas en el desarrollo y no en el asistencialismo.
Sabe que para lograr eso, la economía debe crecer. Es una izquierda que cree en la institucionalidad democrática y que busca fortalcerla, porque quiere hacer fuerte el esqueleto de un país”.¿Esa izquierda dónde está? ¿No está en Ecuador, Brasil, Bolivia, Uruguay, Argentina y Venezuela? Como su pensamiento está afincado y construido desde los cimientos del mercado y también con la visión del Opus Dei, ¿Lasso solo entiende de franquicias? O sea, no cree en el pensamiento propio de nuestras naciones.
Supone que como él (en calidad de banquero y fervoroso defensor del capitalismo) todo lo hace a través de transacciones, contratos y compras y ventas), los pensamientos, las ideologías también se trasladan o se instalan en un país como lo hacen McDonald’s, Coca Cola o DirecTV. Guillermo Lasso, con lo que cuenta ahora y expresa en sus libros (en uno de ellos dice que eliminaría la tercerización, pero en las entrevistas confiesa que no reformaría la Constitución para ello), revela menosprecio a los procesos sociales y políticos, por ende, las construcciones ideológicas de cada nación.
Si tuviera más cuidado en leer las Constituciones de Bolivia, Venezuela y Ecuador encontraría tantas diferencias y afinidades que no podrían constituirse en “franquicias” o “marcas”. ¿No es acaso una gran diferencia la sucesión presidencial de Venezuela ahora que Hugo Chávez pasa por un momento delicado en su salud? Y su pensamiento económico, su visión de la vida, de la sexualidad, de la espiritualidad, ¿no vienen de una “franquicia” llamada Opus Dei? La Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei es una institución perteneciente a la Iglesia católica.
Fundada el 2 de octubre de 1928 por Josemaría Escrivá de Balaguer, está gobernada por un prelado y la integran sacerdotes que forman el clero y, en su mayoría, por fieles laicos (entre ellos Lasso).Nadie, por más campaña electoral ni por oposición que se haga a una candidatura de derecha, podría calificar de “franquicia” al Opus Dei. Con todas las diferencias y objeciones a esta congregación, se la debe considerar como un grupo de personas producto de un proceso político, históricamente entendible, filosóficamente claro en sus propósitos, pero jamás como una marca comercial que difunde sus ideas como si fuesen hamburguesas, y menos aún como marcas con un precio y unas tarifas.
En realidad, esa falta de respeto a un proceso histórico, que ha dado gobiernos y movimientos sociales, mal llamados en una sola frase como socialismos del siglo XXI, revela también una intolerancia ideológica, un afán de descrédito y una lógica hegemonista que subestima lo que otros hacen, piensan y dicen, al mismo tiempo que apelan a la pluralidad, la libertad de expresión y de pensamiento.
La elección presidencial revela los contenidos de los pensamientos más profundos de los candidatos en diversas expresiones. Si hay coherencia entre el decir y el pensar, evidentemente que las “frases sueltas” y los “lugares comunes” que saltan en una entrevista y/o un discurso son también esos profundos sentires que luego se trasladan al ejercicio gubernamental.
Y si Guillermo Lasso cree que la izquierda de este continente (de paso el que mejor afronta la crisis económica mundial sin acogerse a las “franquicias” del FMI o del BM) es apenas un calco de una marca, ¿por qué participa con tanta plata en estas elecciones? ¿Por qué lucha denodadamente contra esa izquierda, si apenas comprando la “franquicia” podría hacerla suya?