Tal cual como lo destaca, acertadamente, el editorial de diario EL TELÉGRAFO, publicado el pasado 08 de noviembre, nuestro país, y particularmente las ciudades de Cuenca, Quito, Guayaquil, y el cantón Samborondón, fueron absolutamente honradas con la visita de reconocidos hombres quienes han compartido con nosotros su talento, tanto en el cine como en la literatura. Deliberadamente, quiero detenerme en la disertación realizada el pasado 12 de noviembre en la Universidad Espíritu Santo (UEES) por aquel ciudadano peruano cuya pluma (Conversación en La Catedral, por citar una de sus novelas) lo llevó a hacerse merecedor del Premio Nobel de Literatura 2010: Don Mario Vargas Llosa.
Don Vargas Llosa socializó a los asistentes su credo intelectual, forjado –según afirmó– por su encuentro –a través de la lectura– con varios personajes históricamente influyentes: Adam Smith, por invocar a uno de ellos; credo intelectual que detalla en su reciente obra La llamada de la tribu, donde describe su evolución vivida desde el socialismo, pasando por la vivencia demócrata, llegando a ser demócrata liberal. Esta socialización la acompañó con su visión del panorama mundial, develando así la ecuación en la cual cree: liberalismo (doctrina, como la tildó) + democracia + ética y moral = prosperidad, incluyendo la económica.
Más allá de lo que Vargas Llosa profesa, hablando del liberalismo, estimo relevante en estos tiempos que está viviendo América Latina el reflexionar en estas puntadas compartidas en su disertación: tolerancia a la divergencia de pensamiento; humildad para reconocer desaciertos (al que todos estamos expuestos) y aciertos de adversarios políticos; y, (subrayo) civilización vía eticidad en la praxis.
“Es interesante la gestión del presidente Moreno para el fortalecimiento de la democracia, eliminando obstáculos”, dijo el premio nobel en su encuentro con el Primer Mandatario, horas antes. ¡Vamos por buen camino! (O)