La pulverización de la política no es democratización en la política. El alto número de candidatos inscritos debería ser motivo de celebración por el robustecimiento de la participación ciudadana, si en general tuvieran propuestas serias y diferentes.
Pero lo único serio y a la vez preocupante en estas elecciones es la profunda carencia de identidad, representatividad y perspectiva (de la mayoría). El discurso político de los candidatos está agotado, casi todos los discursos se centran en el cambio de las cosas.
Las elecciones son el escenario ideal para hablar del cambio, prometer el cambio. Con fulano de tal cambiarán las cosas, con mengano se hará realidad el cambio que pide la ciudadanía. Lo cierto es que en el período de campaña podemos observar el verdadero espíritu de la sociedad y su vocación política.
Políticos convertidos en animadores de tarima, apareciendo en registros y fotografías haciendo cosas que no hacen nunca, como salir al parque y hablar con un abuelo, abrazar a su perro, comer en el mercado, cargar costales y cajas. Y detrás de ellos un séquito de asesores esperanzados en ser contratados, gente que espera algún cargo público. La avidez del vacío es producto de una sociedad saturada de plagios y carente de propuestas propias.
Un síntoma de ello son las denuncias de plagio de las propagandas políticas. Ya lo dijo Giuseppe Tomasi di Lampedusa: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. Me pregunto en este punto, ¿cuál debería ser la actitud de la ciudadanía consciente de estas viejas taras de la política que aún nos invaden y deforman?
Creo que no podemos permanecer como espectadores de este triste show massmediático y considerar que sin nuestra propia iniciativa y organización colectiva, toda acción apuntará a lo sumo a correcciones cosméticas, mientras que la verdadera transformación hacia una sociedad equilibrada está en la ética, y la ética en la solidaridad y no en la competencia. (O)