Los pueblos ‘no contactados’ de la Amazonía, es decir en ‘aislamiento voluntario’, no desean la presencia del Estado ni acceder a la cultura ‘occidental’. En un país con una constitución de derechos, ellos reclaman el suyo a mantener su propia cultura, incluyendo en ella su propia justicia.
Podemos aprender de ellos la sabiduría de la reciprocidad, cuidado del agua y la tierra, obtención con placer o juego colectivo del alimento, discreción de lo sexual, complementariedad de las relaciones duales del cuerpo-mente, hombre-mujer, familia-comunidad, su vida sana y colectiva, su complementariedad de que todo tiene que ver con todo. Ellos se sienten libres en la relación con la naturaleza, se protegen grupalmente, disfrutan de sus creaciones y recreaciones. No es que la naturaleza sea un paraíso, pero el Estado capitalista de la sociedad occidental ha tenido mecanismos de subyugación y explotación respaldados por el poder militar, económico y religioso, el cual ellos conocen y del cual quieren huir. Ellos no aceptan esa civilización.
Pero, haya o no un cambio civilizatorio en el Abya Yala o Nuestra América, ¿hasta cuándo podrán ellos mantenerse alejados de los logros tecnológicos modernos? ¿Hasta cuándo podrán vivir sin saber leer y escribir, disponer de libros, teléfonos, televisión, redes de comunicación por internet y otros, que constituyen logros de la humanidad? ¿Hasta dónde intervendrá el Estado con su justicia, sus sistemas educativos, de salud, de vivienda, de seguridad social?¿Hasta cuándo se mantendrá su analfabetismo, sus muertes maternas e infantiles, su falta de vías y medios de comunicación, su falta de servicios para tratar las enfermedades?
Podemos aprender el uso de sus hierbas y otras terapéuticas naturales, ¿pero cuándo adquirirán ellos la tecnología de Occidente?
Milton Roemer estudió hace 50 años que las prácticas ancestrales en Colombia eran cinco veces menores en el área urbana que en la rural y que disminuirían a la mitad a inicios del siglo XXI. Y se refería a la rural en general, no a la de los pueblos no contactados, de quienes desconocemos sus prácticas.
La barbarie moderna no es la de los ‘primitivos’ a los que se refería el Contrato Social de hace casi 250 años, sino la del capitalismo salvaje de nuestro tiempo.
La satisfacción de las necesidades humanas como derechos, que debe garantizar la óptima calidad de vida o Sumak Kawsay, lejos del consumismo pernicioso, es el debate actual que gira en torno a ‘valores’ éticos no económicos.