Esa ciudad pequeñita perdió mucha población en la Segunda Guerra Mundial. En los años sesenta del siglo pasado, con la inmigración cubana, la anticastrista, se produce una suerte de recuperación hasta alcanzar los 66 mil habitantes que hoy tiene. Union City se pierde en la extendida New Jersey.
Brian Stack, su alcalde, resultó anticorreísta. Bastó una foto para declararlo persona no grata. Triunfó, allá, a tan larga distancia, la oposición política y mediática de nuestro país. Que ese señor, Stack, resulte tan elemental no debería sorprendernos. Es demócrata, pero bien sabemos que casi no existen diferencias entre los del burro y el elefante; que en Estados Unidos las nociones de derecha e izquierda no existen: en ese país o se es de extrema derecha o un poco moderado. Stack parece lo primero y debió prestar oídos a esa activa población de cubanos porque pronto habrá elecciones. Los cubanos cuentan porque votan.
Pero también metió ruido ese otro señor que no es capaz de armar una frase: Gonzalo Marroquín, de la SIP, director del diario Prensa Libre de Guatemala, dijo que Correa desvelaría todas sus contradicciones en sus intervenciones en Estados Unidos.
Marroquín, al que solo aquí le tenemos paciencia -hay que ver cómo lo trataron en Argentina-, también reúne ese perfil del latino que agradece las oportunidades que los Estados Unidos ofrecen, cualquiera que estas sean, incluso las que pueden devenir servilismo.
Por eso no resulta accidente que a esto se hayan dedicado las noticias a propósito del viaje de Correa. Toda la ignorancia y los prejuicios se sumaron a esta perversidad informativa en el afán de crear una atmósfera que por fin huela a derrota.
Acá, en donde de verdad las papas queman, la cuestión tiene otros colores y sabores. Stack y Marroquín pueden hacer lo suyo, tienen sus espacios que, por suerte, no coinciden con nuestro afán cotidiano, este que porfía por mejor educación, este que intenta recuperar nociones de dignidad, que debe mantenerse pilas porque, como hemos visto, el cambio tiene detractores, los de allá y acá, que a veces pueden estar conectados.
Todo el mundo dice que las ciudades pequeñas tienen su encanto, sobre todo cuando se las mira desde este vértigo que tanto sofoca. Después, cuando las vives, constatas una cierta pequeñez infernal de la que solo te provoca salir corriendo. Cómo será Union City; cómo será el señor Stack. A Marroquín lo he visto y, cuando lo encaras, no atina respuesta y huye. Un solo discurso tiene: el lucro.