Las protestas que han ocurrido en el mundo tienen diferentes motivos. Pero se alimentan, en general, de las mismas razones: tremenda desigualdad social que ignora a la clase más pobre y vulnerable, una clase media paralizada, democracias endebles y probablemente la creencia en jóvenes y viejos de que las cosas pueden ser diferentes, así no se vea claro cómo se lo puede lograr.
Este año han surgido demostraciones de todo tipo en lugares tan remotos como: Rusia, Serbia, Ucrania y Albania que alguna vez fueron del régimen soviético. De la misma manera en Inglaterra en contra del Brexit, en Francia con los manifestantes de chalecos amarillos y en España por la separatista región de Cataluña.
El Medio Oriente estuvo convulsionado por una ola de descontento popular que parecía la segunda ola de la Primavera Árabe. En Suramérica hemos presenciado demostraciones pacíficas y violentas en Chile, Brasil, Perú, Colombia, Venezuela y en nuestro Ecuador. Y la lista continúa.
Estas protestas superan a las que ocurrieron en la década de los 60 y se iniciaron en 2009. No todas están basadas en reclamos económicos, pero hay un latente radicalismo juvenil entre los que tienen y los que no tienen.
Es evidente que ahora el internet es un factor determinante comparado con 1960. El explosivo acceso a la información establece un nuevo orden en la jerarquía del conocimiento y la comunicación. Los gobiernos responden con vigilancia, brutalidad y aun restricción y control digital con poco éxito.
La forma tradicional de ejercer el poder de arriba hacia abajo está siendo seriamente cuestionada. Hay una revolución social con una creciente demanda de una nueva democracia participativa.
Es probable que estas protestas no cambien nada. Convocar a una demostración no es lo difícil. El problema está en qué hacer tras la protesta, cómo lograr los objetivos que originaron el reclamo. Las protestas y las revoluciones están definidas por slogans idealizados, pero el cambio sistemático demanda trabajo y sacrificios.
Se puede quebrar parte de un sistema, pero es muy difícil romper toda la vieja estructura, conformada por instituciones y redes que no quieren ser destruidas. (O)