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El Telégrafo
Rosalía Arteaga Serrano

Las buenas intenciones

11 de febrero de 2020

Cada fin de año, o más bien cada enero, tendemos a pensar que es una especie de borrón y cuenta nueva y hacemos una serie de promesas, de compromisos, con la idea de que van a ser nuestro norte en el año que comienza.

Los primeros días intentamos empezar dietas, hacer ejercicios, tener actitudes diferentes en relación a las personas y dejar de lado hábitos como la procrastinación (hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables, por temor a enfrentar las primeras).

Dejar para mañana o para otro día lo que podemos hacer hoy, es un hábito que pasa factura en el corto o en el largo plazo, porque vamos acumulando obligaciones, porque dejamos de hacer aquello que representa un reto y nos dedicamos a lo que no nos compromete o a lo que nos da una satisfacción inmediata.

Ahora, ya en febrero, vemos que mucho o todo lo que habíamos planificado iniciar en el nuevo año se quedó en palabras, en promesas, en planificaciones, pero en la práctica no ejecutamos aquello que habíamos decidido hacer.

¿Mala costumbre? ¿Falta de asumir las responsabilidades autoimpuestas? Tal vez, pero eso nos hace daño como personas.

Imaginemos lo grave que resulta el que de manera colectiva actuemos de esa manera. Pensemos en los perjuicios que al país le ocasiona el que los líderes, las autoridades, actúen así.

El dicho aquel, el refrán: “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, tiene su enemigo más fuerte en la costumbre de procrastinar, es decir de hacer exactamente lo contrario.

¿Podremos los ecuatorianos cambiar esta situación? Hacer lo que pensamos y planificamos, empezando por las pequeñas cosas, puede marcar la diferencia. (O)

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