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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

Procesando el duelo

19 de agosto de 2023

La semana pasada no tuve el ánimo de escribir. El asesinato arrasó conmigo. A pesar de haber trabajado en mi misma para sentir menos el caos y las pérdidas que ocurren diariamente en nuestro país, la noticia me dejó devastada. Igual, -estoy segura-, les sucedió a los ecuatorianos que veían en Fernando Villavicencio al hombre valiente, dispuesto a dar la vida por contarnos la verdad y trazar un camino hacia el futuro sin corrupción ni impunidad. La noticia fue tan devastadora que me llevó a sentir que el piso se hundía bajo mis pies. 

Las noticias del exterior nos hablan de que el Ecuador experimenta un “punto de inflexión” en su historia con el crimen cometido contra el candidato a la Presidencia. Sin lugar a dudas, es así. El hecho es la gota que derramó el vaso. El 9 de agosto representa el punto culminante de una serie de eventos vertiginosos que nos habían estado sumergiendo en el caos. Cada día experimentábamos la angustia que yo he tratado de reflejar en esta columna. Los ecuatorianos ahora sentimos que hay un enemigo enormemente poderoso que nos ha invadido y que nos ha cercado y que produce la violencia que ejercitan los que tienen las balas y el dinero. 

El dolor que sentimos al llegar a esas conclusiones es profundo. Lloramos por el país hermoso que nos hizo regresar de lejos para gozar de él y ayudar a construirlo. El país al que aprendimos a amar y asombrarnos por su belleza de la mano de nuestros padres. Ese país que nos hace ser lo que somos: gente cariñosa, hospitalaria y amable. Lloramos por la pérdida de la paz que nos permitía gozar del sol de cada mañana, de los días azules y las tardes de llovizna. Esa paz preciosa que nos permitía reunirnos y disfrutar de la compañía de nuestros seres queridos disfrutando de los deliciosos frutos de la tierra. La que nos permitía asistir a los espectáculos de arte o a viajar por las carreteras sin miedo. La que nos convocaba a las amigas al cafecito de la tarde. Todo ello ha cambiado. Ahora estamos en un continuo estado de alarma que se refuerza cada vez que nos despedimos de los nuestros y alguien nos dice dulcemente: “Llama cuando llegues”.

Y las cercas se ponen más altas, y las alarmas electrónicas se instalan, y las cámaras de seguridad nos apuntan. Los mensajes de seguridad atoran el WhatsApp, tenemos los gases pimientas en las carteras, suenan las sirenas de la ambulancia y de la policía, las camaretas que anuncian fiesta nos parecen tiros de ametralladora. Todo parece querer mantenernos encerrados y temerosos. Por ello, para procesar el duelo y para sentir que tenemos el control que debemos tener sobre nuestro futuro es imperativo que mañana salgamos a votar. Eso nos calmará. 

Tenemos la obligación de seguir funcionando de manera efectiva todos los días y continuar con nuestra búsqueda de propósito. No podemos dejarnos deprimir. Al reconocer signos de depresión o ansiedad, debemos aceptar nuestros miedos, pero seguir adelante. Y para ello, estemos cerca de nuestros amigos que nos dan paz, aprendamos técnicas de relajación que ayudan a despejar la mente de preocupaciones: la respiración profunda, la meditación, el yoga, o los masajes. 

Mi remedio infalible para reducir la ansiedad en estos días es seguir con el hábito de siempre: hablando por horas con mis amigas. Y este remedio lo avalan los psicólogos: hablar mucho ayuda a bajar las tensiones. Debemos persistir. Es necesario que hablemos, como siempre lo hemos hecho, de lo que sentimos y pensamos. Animemos a nuestras familias a hacer lo mismo. Esta es una excelente forma de terapia. La ansiedad nos hace más daño cuando la ignoramos o tratamos de reprimirla. Hablar de la angustia ayuda a aliviarla.

En momentos tan delicados como los que vivimos, debemos evitar en todo lo que podamos el enzarzarnos en discusiones políticas. Las diferencias amenazan con romper relaciones duraderas. Este sería el peor momento para dañar nuestras relaciones de cariño. Protejámonos contra esta posibilidad. Creamos que los que no piensan como nosotros también quieren lo mejor para nuestro país. Tengamos en mente el contexto de nuestra relación con los que difieren con nosotros. Al rechazar a alguien que queremos sobre la base de su postura política estamos borrando las experiencias y valores compartidos. 

Y en el momento de escuchar los resultados de las elecciones, tengamos paciencia para respetar las necesidades de cada uno. Es posible que en la familia haya quienes quieran estar pegados a la TV y al WS. Hay personas que se enfrentan mejor a la ansiedad buscando enormes cantidades de información; otros prefieren no escuchar, ni leer ni ver noticias. Mantengamos la calma y “negociemos” sobre la forma en que cada uno recibirá la información y calibrará la veracidad de las fuentes.    

Sigamos adelante, nos hace falta seguir desarrollando aún más nuestra resiliencia. Mantengámonos activos para poder enfrentar lo que suceda este domingo. La fe que tengamos en que podremos sacar nuestro país del caos nos hará sentir más fuertes porque hemos podido superar el estrés y hemos resistido a la adversidad. Acudamos a nuestra creatividad, esperanza y positividad sobre el futuro. Procesemos el duelo identificando las mejores alternativas, superemos nuestros propios obstáculos de tristeza y temor. En medio de la tristeza que sentimos, acudamos a nuestra tenacidad y al compromiso que siempre hemos demostrado para tomar control sobre nuestras vidas y sobre el destino de nuestro amado país. El hacerlo es el mejor homenaje que podemos dar a aquel que puso su pecho a las balas. Salgamos todos a ejercitar nuestro derecho a votar.

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