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El Telégrafo

Procesamiento y desarrollo

18 de marzo de 2012

Cada cierto tiempo, el Gobierno de Brasil publica grandes anuncios en los periódicos indicando los millones de personas que salieron de la pobreza y que se integran a la clase media, que genera desarrollo y paga impuestos, dejando de ser una carga y convirtiéndose en un apoyo a su país.

Muchos se preguntan cuál es el secreto del sostenido crecimiento económico de Brasil, pero, para saber la respuesta, basta ingresar a uno de sus mercados en cualquier ciudad pequeña, como Torres, de apenas 35.000 habitantes,  donde he sido a invitado a dar una conferencia sobre el papel de los medios de comunicación convencionales, en la inseguridad de nuestros países.

Al ingresar a un supermercado, lo que primero llama la atención es la ausencia de productos importados, solo en la sección de tecnología se ven computadoras y afines de procedencia extranjera.

En las secciones de alimentos es prácticamente imposible ver un producto procesado importado, peor fresco. Los cárnicos son, en su mayoría, regionales y en gran parte artesanales, indicativo de que no hay espacio a monopolios nacionales y que el sabor es local.

En el área de lácteos, la oferta local de quesos maduros es abundante, paradisiaca diría yo, y señala varias cosas. Muchas familias procesan la leche, no la venden a las empresas gigantes. Estas familias tienen la cultura para procesar diferentes recetas, y la paciencia para esperar que el producto madure y saque a relucir sus sabores, por los que el cliente paga mayor precio. Yogures, cremas, dulces de leche, artesanales y de pequeñas industrias, abundan, es decir, entre el producto primario y el industrial hay una abundante oferta intermedia que significa muchas fuentes de trabajo.

Lo que no sucede en nuestro país, que tenemos el tomate recién cosechado o la pasta de tomate importada, pero casi no hay productos intermedios, como tomates deshidratados en forma artesanal, o pasta de tomate en sachets de pymes locales. No hemos desarrollado una cultura de emprendimientos intermedios.

Vendemos al mercado la cosecha de producto fresco al precio que le da la gana al comerciante y ahí termina el trabajo. No creamos subproductos ni procesos que len más valor a nuestra materia prima, y  para hacer pasta de tomate, creemos que debemos montar una fábrica para abastecer al país entero o exportar. Nos es difícil apuntalar pequeños o medianos emprendimientos que abastezcan lo local y regional, que den empleo a toda la familia; es más, somos reacios a los negocios familiares a causa de traumas sociales absurdos.

Llenar el vacío que hay entre producto fresco y el de la súper industria, con productos artesanales, de pequeñas y medianas empresas (pymes) es el secreto para que millones de familias salgan de la pobreza cada día en Brasil o en cualquier país que busca racionalidad económica mediante el recorte de importaciones de alimentos que bien pueden ser elaborados local y regionalmente.

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