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El Telégrafo
Felipe Rodríguez

Pro-vida vs. Pro-aborto

05 de octubre de 2020

Perdón por meterme en un tema que no me incumbe. Suelo no opinar sobre el útero ajeno, menos aún cuando se trata de decisiones personalísimas que no le competen ni al Estado ni a mí. Pero sí, hoy sentí la necesidad de trasmitir mi opinión sobre el aborto, al menos para llamar a alguien a la reflexión. Vamos a intentarlo.

Entre los pro-vida y los pro-aborto, mi pragmatismo no me permite elegir un bando por razones filosóficas. Creo que las posturas deben ser cien por ciento técnicas, sin que exista espacio para la emoción.

Mi fría postura sobre el aborto se sustenta en aquello que sirve, que funciona. A las instituciones se les debe buscar la utilidad, no lo esotérico.

Hay una gran mentira que dicen los pro-aborto: que casi siempre las mujeres se van a la cárcel por abortar. Falso. Revisen las estadísticas. El aborto es un acto tan íntimo que el 98% de los casos no se judicializan.

Hay una gran mentira que dicen los pro-vida: que derogar el delito de aborto generaría abortos masivos. No sean mensos. La tipificación de conductas no suprime la comisión de delitos. Sino no habría ni homicidas ni violadores porque el homicidio y la violación son delitos. ¿Entienden?

Les voy a decir una gran verdad: las mujeres van a abortar con o sin delito de aborto de por medio. La única diferencia es que, por ser delito, ergo, por estar prohibido, abortan en clínicas clandestinas y en gran parte de los casos quedan estériles, lesionadas o mueren en condiciones inhumanas.

¿Saben qué pasa si derogamos el delito de aborto? Penalmente nada. Estadísticamente tendremos el mismo número de abortos y fácticamente menos mujeres muertas. ¿Qué cambia? Cambia la libertad, la libertad de ellas, la posibilidad de ejercer esa libertad con garantías, no a escondidas y con riesgo de morir.

El aborto no es delito para prevenir el aborto. El aborto es delito porque el Derecho Penal es el espejo de la sociedad. Cuando abrimos el Código Penal nos vemos en él. ¿Qué vemos? Una sociedad profundamente medieval que arrebata la voluntad a la mujer y la pone en manos del dios de turno.

El delito de aborto es un tipo penal simbólico. Por ello, no importa quién tiene emotiva y filosóficamente la razón. Permitir el aborto no es un triunfo de los pro-aborto ni una derrota de los pro-vida. Permitir el aborto es el deleite de la razón sobre la emoción, del ser racional sobre el ser instintivo, es el tributo al utilitarismo, a la vida y a la libertad.

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