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El Telégrafo
Fredy Lobato

Primarias y organizaciones políticas participativas y diversas

05 de septiembre de 2020

Cuán importante sería para Ecuador tener una práctica democrática real que permita que los ciudadanos nos incorporemos al avatar político no solo desde la crítica en redes sociales o en el chupe de amigos. El Código de la Democracia contiene una norma específica; sin embargo, ni el Consejo Nacional Electoral, CNE, ni las organizaciones políticas hacen de esto una práctica, que de serlo, permitiría –sin trampas y regulado– que partidos y movimientos fomenten la participación, la alternancia, la institucionalización política, la diversidad (de género, social, cultural, económica, religiosa y sexual), la autocrítica y sobre todo, la democracia desde las bases.

Solo llevar esto a cabo –que podría ser un monstruo de siete cabezas–, también implicaría reeducar tanto a dirigentes, como a los liderazgos emergentes; a fortalecer debates políticos con argumentos y razones. Sé que eso puede sonar a poesía o demasiado idealista, pero también permitirá que cada organización se estructure de forma abierta, sin personalismos ni clientelismo.

¿Por qué un monstruo de siete cabezas? Pues, es bien sabida la mentalidad cultural y social que existe en nuestra sociedad, sobre la desconfianza, derivada también de la viveza criolla, el palanqueo y el oportunismo. Sin desconocer las diferencias y formas de convivencia en zonas rurales, diferentes al área urbana; o también la periferia versus los grandes centros con alta población electoral.

El que las organizaciones políticas, de la mano con el CNE, fomenten la participación electoral mediante primarias, estimulará que a las elecciones no lleguen personajes que buscan un protagonismo fugaz, salir del anonimato, el caudillismo o cacicazgo local, sino fortalecer sus estatutos internos, promover debates, visibilizar la diversidad de opiniones y generar corrientes políticas internas que permitan la autocrítica, contrarias al fanatismo alza manos, el personalismo y evitar premiar la mediocridad al poner como cabezas de listas: al guapo del barrio, famosillos de oropel, al que más billete pone para compra el escaño. Desechar así también ser organizaciones fantoches de alquiler, de corta duración o el camisetazo. (O)

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