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El Telégrafo
Carlos Silva Koppel

Presunción de inocencia, un truco

17 de agosto de 2020

Es verdad que la ley es la primera palabra organizadora del mundo humano (social y subjetivo), pero no está libre de ser torcida y desencadenar locura y perversión. De tal manera los juristas y sus postulados, no son la verdad absoluta o en su defecto, las autoridades máximas representantes de la verdad. ¿Cuándo es que la verdad ha importado? Más bien se trata de quién defiende mejor una razón (pensando que se hace todo mediante la presentación de argumentos y no comprando jueces).

Mi hipótesis es nihil novum sub sole y esta es que: quien conoce bien las leyes sabe cómo sacar partido de ellas, cometiendo actos que están fuera de su alcance u ocupando los vacíos legales.

Por eso hemos escuchado de los delincuentes de corbata, y otros no tan desagradables, que cuando cometen un delito por lo general dirán llorando lo suficiente, algo así: “que me demuestren de lo que me acusan”, “no van a encontrar nada” o “si me encuentran un solo centavo mal habido, ¡me mato!” y apelan al Estado de Derecho. Pero jamás dirían algo como: “soy inocente, no he hecho nada. Investíguenme”.

El conflicto se encuentra en el choque entre la libertad de expresión y la presunción de inocencia. Hemos visto cómo en medios de comunicación o en redes sociales, se forman verdaderos juicios a quienes todavía la ley ni siquiera los ausculta. Haciendo de la libertad de expresión una amenaza a la presunción de inocencia y al honor de quien podría ser inocente.

Pero se apelará siempre a aquella garantía constitucional, Derecho universal, de presumir a todos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. ¿Será por eso que abogados “honestos” y críticos de la corrupción, defienden a clientes considerados por la opinión pública como corruptos? Solo digo, sin ser experto en leyes: sabiendo bien cómo burlar la ley, todos podemos ser inocentes.

Es problemático. Entonces, por ejemplo, para demostrar que un individuo es un abusador sexual se necesitan los testimonios de las víctimas, revictimizándolas obviamente y en ocasiones un sinnúmero de veces, los cuales además deberán ser convincentes. (O)

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