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El Telégrafo
Xavier Guerrero Pérez

Preste atención, señor presidente

31 de mayo de 2021

Es probable que el Presidente de la República ya se haya percatado de dos elementos que están gravitando en su ejercicio como mandatario y que son latentes y complejos: la burocracia y el ego.

La burocracia no es perjudicar per se, y su principal rol en el sector público es encargarse de la parte técnica y operativa. Quienes la conforman son -deseable- personal con nombramiento definitivo, o “de carrera”; pero en nuestra realidad también está integrada por aquellas personas que ingresan al aparato público a través de contratos ocasionales. Una sección paralela cuasi integrada con la burocracia es la constituida por aquellas personas que la autoridad máxima -en este caso, quien lidera la Función Ejecutiva- designa como sus colaboradores, y que son, en la práctica, sus representantes en las diversas entidades estatales que dependen de la Presidencia de la Nación, con la tarea esencialmente política.

El problema con la burocracia se da cuando las(os) colaboradores del Presidente de la República caen en la tentación del “tener la sartén por el mango” y engrosan la vía de la “contratación ocasional o el nombramiento provisional” y convocan a sus amigos o referidos de sus amigos, ocasionando así intangibles como la subestimación y hasta la politización y el detrimento de la labor burocrática, y tangibles como la baja calidad del servicio que las instituciones públicas prestan a la ciudadanía, la deficiencia del deber de estas entidades para con la patria, y, en definitiva, no avanzar -y hasta retroceder- en proporcionar bienestar a la gente. Es cierto que la politización burocrática ya puede estar presente en cierto grado cuando se asumen los cargos públicos, pero cuando la misma se materializa en incumplir la labor y servicio a la ciudadanía se puede trabajar vía regímenes sancionatorios ya contemplados en la Ley. Sin embargo, su eventual presencia no implica poder engrosarla, sea si es la política “de ayer”, o la “de hoy”.

El ego, en palabras del conferencista Deepak Chopra, puede llegar a ser nuestro dueño y esclavizarnos si no lo controlamos. Si hay control y trabajo en él, entonces “el cable a tierra” siempre está presente, y se refleja en empatía, atenta escucha y predisposición a ser instrumentos de ayuda para con los demás. Si no hay manejo de él y hay desequilibrio, entonces hay una falsa seguridad personal, se está siempre embriagado de arrogancia, y erróneamente se cree que “el cargo o el espacio de poder gozado” es la esencia como persona, siendo así susceptible de depreciar y hasta minimizar al resto por la función pública asumida. A la interna del “ego inflado” lo que hay es un alma acorralada que se escuda en etiquetas, y que al tratar de ser “más que el resto” lo que busca es evitar sentirse amenazada por sus propios prejuicios.

De ahí que, presidente Guillermo Lasso Mendoza: si sus colaboradores ejercen el poder “pateando al perro”, y estableciendo equipos de trabajo por lazos de amistad: perdemos todos.

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