En la entrega pasada, hice una referencia no profunda a la obligada, necesaria y urgente evaluación gubernamental que está liderando el presidente Lenín Moreno, en el punto medio de su ejercicio como Mandatario: obligada, en virtud del tiempo transcurrido y del que queda; necesaria, debido a evitar perder más tiempo (por aquellos decepcionantes resultados obtenidos por alguna u otra autoridad que responda al primer mandatario) y consecuentemente el contar con los mejores elementos humanos (mujeres y hombres) que, a su vez, procedan a evaluar las políticas públicas ministeriales trazadas por quienes en su momento las diseñaron, en pro de que se cristalice de manera efectiva el plan de trabajo por el cual se decantó la ciudadanía y urgente, debido a que hay botones, como los invocados anteriormente, que demandan acción, tanto correctiva como preventiva (que es lo deseable, desde el prisma de economía de recursos).
Pero, más allá de la tarea de evaluar: ¿Quién ha dicho que estar al frente de un país como conductor guía sea tarea sencilla? ¡Para nada! Sin entrar en tecnicismos propios de la ciencia política especialmente “normativa”, el representante del aparato gubernamental de una determinada comunidad política debe tener la capacidad de mejorar la calidad de vida de la gente a través de un modelo de gobernación (estilo de gobierno) que trace y mantenga “puentes” (gobernanza), sin aislarlo de la actividad política. Sí, debe hacer política, pero aquella comprendida como la concibe el Doctor Rodrigo Borja en la Enciclopedia de la Política: “(…) la ciencia de la síntesis (…) y la ciencia de la conciliación de intereses contrarios”; la primera, rica en conocimiento y, la segunda, hace posible unificar al diverso cuerpo social.
Dicho lo anterior y a la luz de la nota de Diario El Comercio, publicada el lunes pasado, donde se difunde el “pedido de cuentas” hecho por el presidente Moreno a su gabinete ministerial: ¡Presidente, está a tiempo! (O)