En el pasado, la derecha política, según las circunstancias, utilizaba a las Fuerzas Armadas para desestabilizar a los gobiernos democráticos de América Latina e impedir que los mandatarios progresistas impulsen cambios socioeconómicos en beneficio de sectores sociales mayoritarios.
Hoy, con la modernización de los Estados, específicamente en Ecuador, el rol de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional se determina con transparencia en la Constitución de la República, como “instituciones de protección de los derechos, libertades y garantías de los ciudadanos”. Textualmente el Art. 159 dice: “Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional serán obedientes y no deliberantes y cumplirán su misión con estricta sumisión al poder civil y a la Constitución”.
Como en su papel se condena la intromisión política, la oposición desalentada se arrima a la “prensa independiente” para emprender tenaz campaña de desprestigio contra el régimen, en su intento por detener el cambio histórico en la administración
del Estado.
La derecha política dispone de los medios “independientes”, prensa, radio y televisión, como sus mejores aliados para proteger sus intereses, negocios y utilidades. Como estrategia no se aplica la objetividad en la noticia y en el campo de la opinión, los articulistas y comentaristas contratados se comprometen a compartir el modo de pensar de los dueños de las empresas periodísticas.
En el nuevo panorama político, el periodismo “independiente”, con el pretexto de defender la libertad de expresión, invierte todos sus recursos para agredir el liderazgo de Rafael Correa y frenar el avance del socialismo siglo XXI.
La derecha política y la “prensa independiente”, preocupadas por los juicios contra los insultadores, invocan ficticio respaldo de sus propias organizaciones: la SIP, Fundamedios, Asociación Mundial de Periódicos, Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entre otras, representadas por los dueños de los medios y sus empleados.
Los falsos defensores de la libertad de expresión fungen de abanderados cuando les conviene, pero guardan silencio en los casos que comprometen los intereses de sus patronos. El auténtico periodismo está llamado a difundir la verdad de los hechos, a verificarlos con fuentes confiables, educar, orientar con honestidad y sentido de responsabilidad.
El “periodismo independiente” seguirá perdiendo credibilidad, mientras persista en la ofensa y el escándalo infundado.
La prensa libre es la que practica solo la verdad completa.