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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

Postureando

11 de julio de 2020

Me he quedado sorprendida de la belleza de fotos de Instagram que tiene mi pasante. Ella refleja en esa app todo lo que quieren hacer aparecer ahora los jóvenes. Se inventan una realidad en la que aparecen como si vivieran un sueño. Y la proyectan para que todo el mundo crea que son mejores que los demás, que han viajado a lugares paradisíacos, que han probado manjares exóticos, conocen gente, son especiales. Merecen ser admirados.  

El postureo es el fenómeno en las redes sociales que significa exponer la vida hacia el el exterior tratando de manipular a los receptores convenciéndolos de que se es miembro de una élite social, de que se viven eventos sociales uno tras otro, de que la una vida es un lecho de rosas.  Se muestra todo eso, pero la realidad que viven los instagrammers es mucho más compleja.

El postureo es una manera gráfica de exponerse socialmente dentro de un perfil personal, donde todos viven experiencias apasionantes, se han aventurado en mundos extraordinarios, con frecuencia lujosos, que sugieren una vida llena de diversión. Mostrase como más de lo que se es es la regla del postureo. Para ello, los jóvenes primero se toman el selfie y luego experimentan la realidad.

Los psicólogos que estudian comportamientos en redes sociales dicen que éstos son tan adictivos como el juego, pero que hay que supervisar a los jóvenes porque detrás de las adicciones a mostrarse moderno, deshinibido e hiper social podrían estar riesgos de salud mental y depresión.

Según estudios en el Reino Unido, el impacto negativo del uso incontrolado de Instagram muestra que Instagram es peligroso pues causa una disminución en la calidad del sueño, permite la intimidación, y los participantes aumentan su sensación de ansiedad.

La presión para publicar la imagen perfecta la sienten los jóvenes; para ello pasan largas horas editando, seleccionando el filtro correcto, escribiendo un título sugestivo, inventando un hashtag pegajoso. Y luego esos jóvenes buscan que haya quien les siga, quien les ponga un “me gusta”, quien les ponga un comentario. Y por cierto deben estar preparados para los comentarios negativos y hasta procaces.

Los jóvenes sienten que su vida en línea es real. Todavía no conocemos cómo experimentan ellos esas vidas ficticias que se inventan en un mundo de hermosos colores, pero sabemos que sus seguidores tienen el poder de levantar su ego, o derrumbarlo, simplemente con un comentario grosero. Los instagramers también están expuestos a redes de odio.

Posturear es una experiencia enormemente interesante; todavía nos queda explorar qué hay en el fondo de tanto exhibicionismo. (O)

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