En 1808 los reyes borbones de España, padre e hijo, fueron obligados a abdicar por Napoleón en Bayona, cuyas tropas penetraron España, lo que produjo una reacción en su conjunto, de la sociedad española. En ese contexto, se formaron una sucesión de juntas tanto en España como en Hispanoamérica, cada una de las cuales buscaban precautelar el autogobierno de su ciudad y región, argumentando el antiguo principio de la soberanía depositada originalmente por Dios en el pueblo, quien la había delegado temporalmente en el monarca, sujeto a un pacto.
Quito y Chuquisaca destacan en la historia hispanoamericana por ser lugares donde se formaron las primeras juntas autónomas, que no reconocían a la regencia ni a otras juntas españolas, aunque eran fieles al Rey destronado. Las otras provincias de la Audiencia de Quito y sus antiguas ciudades, no se aliaron a Quito, aunque algunas fracciones de sus elites locales apoyaban secretamente.
Este proceso se vuelve más interesante cuando se enfocan espacios periféricos con antiguos enclaves coloniales, uno de ellos la ciudad de San Gregorio de “Puerto Viejo (Portoviejo, actual Manabí), donde se esperaría la formación de alguna junta local. Aunque los criollos no recurrieron a este resorte político, fue un hecho que varios rebeldes se refugiaron en la ciudad. Manuel Ribadeneyra, párroco de Portoviejo, simpatizante de la causa quiteña, fue acusado de haber protegido a varios patriotas.
Los vecinos de Portoviejo estuvieron en la trama y actuaron de manera sigilosa por medio de una autoridad eclesiástica a favor de la causa de Quito, ocultando a los insurgentes, todo lo cual indica que no estuvieron ajenos al proceso juntero, ni desconocían los efectos de la ausencia obligada del Rey. En realidad, había una alianza coyuntural con el eje Quito por diversas razones, entre ellas la resistencia a las políticas borbónicas desplegadas desde Guayaquil.
La reacción de Portoviejo tuvo que ver posiblemente con el proyecto quiteño, que buscaba desarrollar un autogobierno que abarcara hasta el Chocó, tesis que demuestra el historiador Carlos Landázuri. Este proyecto necesitaba los puertos de mar para conectarse con el norte. En este contexto, los criollos de Portoviejo actuaron por medio de la autoridad imbatible de la vicaría, que desde 1799 estuvo en manos de un quiteño ilustrado, Don Manuel Rivadeneyra.