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El Telégrafo
Magda Medina representante adjunta de ACNUR

Por un mundo lleno de esperanza lejos del hogar

21 de junio de 2023

Requiere de mucho valor aguantar el nudo en la garganta, las lágrimas en los ojos y empacar algunas pertenencias para emprender un viaje incierto que promete asegurar el derecho humano más básico: la vida. Esto han tenido que hacer miles personas refugiadas que han llegado a Ecuador en búsqueda de protección y de un lugar donde reconstruir sus vidas y sueños, lejos de la violencia que los obligó a dejar sus hogares.

Desde el año 2001, ACNUR y el mundo conmemoran el Día Mundial del Refugiado como un recordatorio de que aún hay camino que recorrer para que ninguna persona tenga que huir de su país porque su vida corre peligro. Esta tarea se hace cada vez más larga por las innumerables circunstancias que rompen con la paz y la seguridad.

Pero en medio de estas situaciones ¿qué llenaría de esperanza a las personas refugiadas? La respuesta es visible en los ojos de todos y todas quienes han llegado al país en búsqueda de inclusión, solidaridad y empatía. Ecuador ha sido testigo y ha acogido desde hace muchos años a cientos de personas que han visto en este país, una nueva oportunidad para recobrar la esperanza lejos de su hogar.

Ángel Melo es un ejemplo de esto. Es un joven venezolano que, con rimas, beats y recuerdos, llega a las plazas de Cuenca y de otras ciudades del país para rapear por la inclusión. Es en ese lugar donde encuentra el calor de sus amigos, la sazón de los agachaditos de su barrio y los aplausos del público que lo vio convertirse en subcampeón nacional de competencias de freestyle. Como él, hay muchos. Carlos Acosta es campeón sudamericano de para-karate de Ecuador. Una persona venezolana que, tras haber perdido la movilidad de sus piernas, decidió que sus sueños no estarían atados a una silla de ruedas. Su determinación y fortaleza la concentró en sus brazos para ser uno de los mejores deportistas de para-karate en la región, dejando en alto el nombre del país que lo acogió: Ecuador.

ACNUR apoya los esfuerzos del Estado ecuatoriano para brindar asilo a las personas refugiadas desde el año 2000. Históricamente, más de 74 mil personas han sido reconocidas como refugiadas en el país. Además, más de 500 mil personas refugiadas y migrantes de Venezuela han encontrado en Ecuador un lugar para recomenzar sus vidas, lo que lo convierte en el tercer país que más acoge a personas venezolanas en el mundo. En este camino, Ecuador, organizaciones del Sistema de Naciones Unidas como ACNUR, sus socios y redes de la sociedad civil, así como los ecuatorianos y ecuatorianas han sido solidarios con las personas que huyen de sus países para salvar sus vidas, a través del apoyo en el acceso a la condición de persona refugiada, asesoría legal, acompañamiento en el acceso a servicios de salud, educación, creación de emprendimientos, albergue temporal seguro, alimentación, apoyo para la permanencia de niños y niñas refugiadas en el sistema educativo, entre otras necesidades.

Proteger a las personas refugiadas va más allá de cubrir sus necesidades básicas. También implica recibirlas con empatía y solidaridad, en un lugar ajeno al de sus países de origen. La conexión que un cálido saludo y una sonrisa pueden generar es inimaginable. Ser solidarios con quienes han debido desplazarse por la fuerza no requiere seguir planes, leyes y estrategias complejas de integración; basta con una buena disposición para escucharlas, valorar su trabajo, reconocer sus experiencias y su gran potencial. A pesar de los desafíos, Ecuador ha sido un país históricamente solidario con las personas refugiadas, siempre manteniendo sus puertas abiertas para acogerlas con respeto y empatía.

Esta fue la experiencia de Arlyn, una mujer colombiana. Ella tuvo que huir de la violencia de su país de origen y de la de su pareja sentimental. Al llegar a Cuenca, encontró en el albergue Casa María Amor un lugar donde podía ser ella misma: una mujer emprendedora, solidaria, creativa y alegre. Luego de más de 10 años trabajando para ayudar a más sobrevivientes de violencia, sigue con la certeza de que la solidaridad es clave para cambiar la vida de mujeres que, como ella, vieron al amor convertirse en golpes y los elogios en insultos. Sin la solidaridad de las comunidades, la idea de que las personas refugiadas tenga una esperanza lejos de su hogar es inalcanzable.

Este país reconocido por el verdor de sus montañas, la biodiversidad de sus especies, y la imprevisibilidad de su clima, es hogar de personas refugiadas que tienen innumerables capacidades y talentos. En ellas se encuentra un gran potencial para aportar positivamente al desarrollo socioeconómico del Ecuador. Por ello es tan necesario permitir que ellos y ellas tengan igualdad en el acceso a las oportunidades. En este sentido, es importante resaltar el proceso de registro y regularización que lleva adelante el Estado ecuatoriano. Con él, alrededor de 200 mil personas refugiadas y migrantes tienen la posibilidad de regularizar su estatus en el país. Al acceder a documentación vigente y válida, un derecho humano fundamental, se les abre la oportunidad de encontrar un empleo digno y estable, acceder a la seguridad social, al registro de sus emprendimientos y, con ello, aportar al desarrollo del país a través del pago de impuestos. Estas soluciones llegan a la vida de las y los refugiados para abonar el campo donde se espera ver crecer los frutos.

En este Día Mundial de Refugiado, ACNUR quiere tocar las puertas de las personas ecuatorianas e invitarlas a seguir sumando esfuerzos que permitan incluir a las personas refugiadas en todo ámbito de la sociedad. Como parte de esta conmemoración, ACNUR desarrollará actividades artísticas, deportivas y culturales a nivel nacional para el disfrute de todas las personas. Entre los eventos figuran exposiciones de arte en la sede de la Cancillería ecuatoriana, centros comerciales, espectáculos artísticos y el lanzamiento de una campaña en solidaridad con las personas refugiadas llamada “Un Mundo Posible”.

Esperamos que en este día todos y todas podamos olvidar las diferencias y unirnos para que las y los refugiados puedan tener esperanza lejos del hogar.

 

 

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