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El Telégrafo

Por última vez

11 de abril de 2012

Ojalá hoy se apruebe la ley. Quizá hoy tengamos lo que por más de 30 años aspiramos reporteros, fotógrafos, diseñadores, editores y jefes de redacción: una ley que respete la profesión, redistribuya las frecuencias mal habidas, garantice la objeción de conciencia y, sobre todo, de plena vigencia a los derechos de comunicación de toda la ciudadanía. Todo eso sin descontar que fije un marco jurídico para la existencia real de medios públicos y comunitarios.

No estaría mal recordar que el movimiento indígena, en su momento, los partidos progresistas y de izquierda levantaron como una de sus banderas programáticas y de principio el derecho al acceso a la información.

¡Qué decir de los gremios de periodistas! Y ahora la UNP dice que no a esa ley porque su directiva responde a los dueños de los medios y no representa ya los intereses de los periodistas. ¡Qué triste!

A pesar de ello (también de que a la izquierda plurinacional ahora solo le interesa hacer oposición, de que a los liberales y socialdemócratas hacer política les llega siempre de la mano de un pantallazo y no de conceptos y principios, de que a la derecha de nada le sirve la realidad si no es la que imaginan en sus gerencias y empresas, por fuera de las demandas reales de la gente) la existencia y vigencia de una ley de Comunicación (que en la práctica es una ley de medios de difusión masiva de información) toca muy en lo hondo lo que ya dijo en su momento Guy Debord, en su magistral ensayo “La sociedad del espectáculo”: “La sociedad que reposa sobre la industria moderna  no es fortuita o superficialmente espectacular, sino fundamentalmente espectaculista”.

Y con ello han convivido y alimentado los medios de la llamada prensa libre e independiente: construyendo espectáculo de la realidad para que esta no cambie y solo se sostenga como una tarima del capitalismo más aberrante. Ni siquiera han hecho una comunicación o un periodismo a la europea o a la gringa, para disimular su precariedad.

De ahí que hoy puede ser un día especial para los periodistas. Sin embargo, se cruzan otros vientos (temporales y poco sensatos) a la hora de decidir el futuro del país. Por suerte habrá gente honesta con su pensamiento y con su gente y tendrá la oportunidad de votar a favor de un proyecto de ley que, sin ser perfecto, se acerca a lo que siempre soñamos los periodistas de nuestro Ecuador.

Ojalá desde mañana hablemos de otro momento para el periodismo, para la prensa verdaderamente libre, para las radios comunitarias, para los medios públicos y para la ciudadanía que se merece la mejor comunicación para mejorar su calidad de vida.

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