A propósito de cumplirse un año de aquel fatídico 30 de septiembre, en que la brutalidad y el engaño casi provocan una guerra civil y el magnicidio, me planteaba una duda existencial: ¿Por qué la oligarquía, los políticos de la vieja guardia, los burócratas dorados y, en general, toda la aristocracia de nuestro país odian tanto al presidente Correa? Por supuesto, luego de un análisis de la realidad actual, hallé múltiples respuestas, y entre ellas, caben destacar las siguientes: Porque el Primer Mandatario les ha arrebatado a los grupos económicos oligopólicos el poder omnímodo que creían tener sobre la noble nación ecuatoriana, derrotándolos varias veces en las urnas, por un amplio margen de votos. Porque este Gobierno trabaja para el pueblo llano, informando semanalmente a sus mandantes del trabajo realizado en beneficio de todos. Porque ha desplegado una gran cantidad de obras públicas a lo largo y ancho de toda la República, rehabilitando toda la red vial del país, hecho que no tiene parangón en la historia del Ecuador. Porque ha dotado a las escuelas y colegios públicos de las herramientas y equipos necesarios para que nuestros hijos reciban una educación digna del siglo veintiuno. Porque ha obligado a los empresarios a pagar a sus trabajadores una remuneración más justa, conminándolos también a pagar las utilidades y horas extraordinarias conforme a las leyes laborales. Porque cobra los impuestos a las grandes empresas e industrias, que antes de este Gobierno hacían hasta lo impensable para evadirlos. Porque el actual régimen nos ha devuelto la confianza en el manejo económico y financiero de los recursos del Estado, lo cual se refleja en el hecho de que, en los siete primeros meses de este año, los ecuatorianos hayamos gastado casi cuatro mil millones de dólares en consumos con tarjetas de crédito, contribuyendo a dinamizar progresivamente la actividad comercial. Porque, a pesar de la crisis económica mundial, aquí no han subido sustancialmente los precios de los productos de primera necesidad, la inflación anual está controlada y los subsidios a la energía eléctrica y los combustibles se han mantenido. Y, así por el estilo, me pasaría enumerando muchas respuestas a esa interrogante, a fin de recordarles la extraordinaria labor desarrollada por el gobierno de la Revolución Ciudadana. Para concluir, debo recordarles que un pueblo que olvida su pasado está condenado a repetirlo. Dejemos atrás las iniquidades y los egoísmos personales y gremiales, seamos más solidarios con los demás.
Hay personas en este país que presumen ser cristianas e invocan el nombre de Dios, cuando ni siquiera lo conocen, actúan como fariseos y no son capaces de entender el mensaje de Cristo.
Siga adelante, señor Presidente, seguimos apoyándolo, porque en el nuevo país somos más los ecuatorianos conscientes y agradecidos que los inconscientes e ingratos.