Para los poderosos, África es un continente codiciado por su riqueza; para América Latina y el Caribe, si exceptuamos a Cuba y Brasil, es un continente desconocido; sin embargo es la madre patria para los afrodescendientes, y todos, al fin y al cabo, somos africano-descendientes.
Intrigado por conocer la política del gobierno de la Revolución Ciudadana con respecto a África, recurrí a la cancillería, donde fui recibido por el subsecretario de Asia, África y Oceanía, el sociólogo Rafael Quintero, encargado de trazar hojas de ruta. Él le asigna particular importancia a las relaciones con África.
Hasta este Gobierno solo existía una embajada de Ecuador en África, la de Egipto, encargada de las relaciones con el África del Magreb. Las relaciones establecidas con unos 18 países del África negra se han estado manejando “por concurrencia” desde las embajadas de Ecuador en Europa o desde la de las Naciones Unidas en Nueva York.
La nueva orientación de la política exterior establece para África un principio básico: que las relaciones se manejen dentro del continente, y para tal efecto el presidente Correa creó en 2010 la embajada en Sudáfrica. Se estudia el establecimiento de nuevas embajadas, una o dos este año y sucesivamente hasta tener siquiera una decena, entre los 55 países que conforman el inmensamente rico continente, si se incluye a la naciente república de Sudán del Sur y a la República Árabe Saharaui que lucha por su independencia.
Es de esperar que, además de los intereses comerciales potencialmente importantes, se dé prioridad a las relaciones culturales que faciliten el acercamiento a la madre patria para un mejor conocimiento de su filosofía de vida, su excelencia en las artes, escultura, pintura, su rica literatura plurilingüe y, sobre todo, que ayuden a deconstruir la imagen del África de Tarzán que nos dejó Hollywood, o la del sida, las guerras intestinas, miseria y pobreza, sin tener en cuenta que el continente fue víctima de la rapiña por parte de los poderes coloniales europeos que en el siglo XIX se lo repartieron arbitrariamente, rapiña que hoy continúa por las transnacionales.
No es fácil viajar a África, hay que hacerlo a través de las ex metrópolis. Sin embargo, conocer su cultura y relacionarse con los africanos como interlocutores válidos es un imperativo del diálogo Sur-Sur, y hasta deber de solidaridad ante la tragedia de la esclavitud que los explotó.
Para Ecuador, además, es exigencia como actor emergente, no solo a nivel regional.