La planificación del desarrollo es fundamental para diseñar visión estratégica, de futuro, del país. Este Gobierno ha tenido el acierto de reconstruir la planificación y recuperar el derruido Estado, herencia del neoliberalismo.
El neoliberalismo y sus políticas -flexibilización laboral, privatización, apertura indiscriminada, etc.- fueron un fracaso. Se puede decir que, en el Ecuador, se aplicó un neoliberalismo a la usanza “criolla”, es decir, dirigido por unas élites económicas rentistas que esquilmaron al Estado.
Este fue debilitado en forma sistemática, estéril en sus posibilidades de planificación, regulación y distribución. Muchas empresas públicas se quedaron con los peores vicios de las empresas públicas y privadas (piponazgos, latisueldos, nepotismos y hasta prácticas medievales, como cargos hereditarios). Otras empresas públicas fueron liquidadas o postradas de manera planificada. Basta ver cómo quedó la empresa más grande del país, la estatal Petroecuador. Se consolidó el proceso de desinstitucionalización de las empresas eléctricas y telefónicas.
El rol de la la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (Senplades) ha sido clave para romper con la inercia de los anteriores gobiernos, en particular mediante la priorización de la inversión pública. Tenemos una nueva Constitución que define el régimen de desarrollo. Contamos con un Plan Nacional para el Buen Vivir, cuyo vértice es auspiciar la igualdad, la cohesión e integración social y territorial en la diversidad.
El sustento es construir un Estado democrático y sustentable en términos sociales y ambientales. Se han producido avances significativos mediante las reformas tributarias, la Ley Orgánica de Compras Públicas, la Ley Orgánica de Empresas Públicas, la Ley Orgánica de Economía Popular y Solidaria, la Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado, el Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización, el Código Orgánico de Planificación y Finanzas. Son cuerpos jurídicos coherentes y programáticos.
El reto es construir un posneoliberalismo. Mejorar la eficiencia en las empresas públicas hasta llevarlas al punto en que contribuyan en forma significativa al financiamiento, así como conformar una institucionalidad técnica para mejorar los servicios que nos prestan a los ciudadanos.
Existen dificultades en el horizonte de corto plazo, que pueden tener mayor o menor gravedad para los planes de desarrollo nacional, dependiendo de la severidad de la crisis mundial. Nuestra condición de economía exportadora, abierta y sin moneda propia exige mayores cuidados para anticipar eventuales efectos recesivos. La planificación es clave para afianzar la continuidad de mediano y largo plazo del proceso, para fortalecer los logros alcanzados e impulsar eventuales rezagos.