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El Telégrafo

¿Por qué La Habana?

19 de noviembre de 2013

Si existe algún acontecimiento geopolítico que se lo analice con ‘un antes y un después’ que marcará la historia de América y de buena parte del mundo, ese es el acuerdo de paz en Colombia, con el cese de la guerra fratricida, la entrega de las armas por parte de las facciones guerrilleras y la inserción  de los grupos armados a la vida política constitucional, con igualdad de derechos al resto de conciudadanos, después de 50 años de violencia.

A esta complejísima operación, que hoy la conduce con gran perseverancia Juan Manuel Santos, y podría estar a punto de materializarse, concurren una serie de factores (como el tejido de una tela de arañas), cada uno más indispensable que el otro, que se requiere una enorme perseverancia y vigorosa voluntad para llegar al destino deseado.

Un comentarista zoquete, de esos que nunca faltan, preguntaba: “¿Por qué en La Habana?”, sin reflexionar que el sitio de las negociaciones juega un papel preponderante, porque si en ese territorio libre no hubiese una contundente y seria imparcialidad y una auténtica autoridad moral, ni siquiera se hubiesen sentado a conversar, peor a negociar algo tan ansiado y esperado como es el poner las bases para buscar la paz en Colombia, sin la cual tampoco es alcanzable la integración de la Patria Grande, objetivo inspirado en los grandes idealistas de nuestra América.

Colombia, con la presencia de grandes personalidades, hizo un ensayo en El Caguán, hace 10 años, que fracasó y frustró esa posibilidad, que hubiera ya evitado tantas tragedias, dolor y muerte, como en toda guerra.

Los belicistas desalmados y sanguinarios de hoy día no cesan de torpedear las actuales negociaciones y ellos son desde los halcones imperiales quienes impulsan las negociaciones de armas y la permanencia de las bases militares gringas, hasta los afiebrados ‘uribistas’, ansiosos de retornar al poder, pasando por los corruptores narcotraficantes y organizadores del crimen, a todos quienes se les hace muy difícil penetrar a La Habana.

A la sombra de los grandes liderazgos que emanan desde la época del ‘Apóstol’  Martí, la Cuba revolucionaria de Fidel y la enseñanza combativa y heroica del ‘Che’, se vislumbra con fuerza la culminación de este proceso que tanto bien generará para nuestro continente.

Las grandes conquistas de la humanidad demandan enormes esfuerzos y sacrificios, frustraciones y esperanzas, la voluntad de los pueblos, la pasión de los jóvenes y la perseverancia de los iluminados.

Por eso hay que apoyar la paz en Colombia y ponerse al lado de la justicia: solo con paz habrá justicia. Y con paz y con justicia renacerá nuestra América.

Paz con justicia social es el camino.

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