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El Telégrafo

¿Por qué habríamos de callar? (II)

15 de julio de 2011

¿Por qué habríamos de callar? Nuestra labor desde los intentos de objetividad no puede caer en las mismas faltas de aquello que tanto criticamos. Como periodistas de un medio público (no un medio gubernamental), debemos superar el fanatismo político y la simple adulación. No genera, no edifica y no ayuda una crítica superficial. Como nociva resulta esa verborrea de una oposición por el afán de oponer, nociva resulta la lisonja del que apoya por el afán de apoyar.

Tenemos la oportunidad histórica, como periodistas de opinión, de cambiar el modelo arcaico de comunicación al cual nos hemos acostumbrado. Aquel modelo que criticamos tanto, pero del cual formamos parte cuando salimos en ciega defensa de algo que está lejos de ser perfecto. Nuestra responsabilidad recae en saber crear una crítica verdaderamente constructiva. No se trata de escribir sin corazón, se trata de escribir con buena intención, con el sesgo congénito y saludable que nos da nuestra naturaleza humana, pero sin derivar en palabras vagas.

Es una tarea extenuante y poco ratificadora. Por cada articulista consciente de su labor, hay cientos que buscan el cinismo fácil y el insulto cobarde. Tan cómodo resulta destruir; qué difícil resulta construir y aportar, trabajar un modelo, buscarle las alternativas. Hay periodistas que ya hablan de nuevas Constituciones. ¿Volvemos a la tropicalidad de nuestras latitudes?

La labor se vuelve más compleja cuando, según los medios de comunicación, no existe un aporte positivo en este gobierno. Entonces te debates entre defender a cabalidad un proyecto en el que crees, imperfecto, incompleto y, en ocasiones, deficiente; o elaborar en tu propia crítica, una que nazca de una racionalidad madura y sopesada, analítica y consciente de las necesidades y los avatares de un proyecto de cambio estructural.

Es imperante, por eso, la pluralidad. Una pluralidad que no se aísle del quehacer nacional, sino que se componga a pesar de este. Una pluralidad que permita la discusión y amplíe el debate, para que de este debate se construya. Una pluralidad que no caiga en el epíteto común y en rasgarse las vestiduras por culpa “de este gobierno opresor”.

Una pluralidad responsable, abierta, convencida y dispuesta a buscar la verdad, no una verdad. Si esto buscamos, ¿por qué habríamos de callar?

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