Trabajar en un medio público es ser esbirro del Gobierno. Más aún, es ser esbirro personal del presidente Correa. O por lo menos eso es lo que entiendo de los “libres pensadores” en los “medios independientes”. “Libres pensadores” porque para ellos ser partidarios del actual Gobierno es ser borregos, incapaces de racionalizar una idea sin previa aprobación oficial; los “libres pensadores” repiten esa idea, uno con más pasión e ironía, otros con menos elocuencia. No es la única idea que se repite. Están los del “gobierno autoritario”, los del “gobierno corrupto”, los de “coartadores de la libertad”; todos siguiendo la misma línea, basados en la misma media verdad.
Hace un par de años, Vicente Albornoz hizo un análisis seudoeconómico de la inversión estatal en educación y la cuantificación real de los resultados obtenidos por esta. Citando cifras del Gobierno, dijo que, pese a la extraordinaria inversión realizada en educación (la mayor de la historia), los estudiantes no habían mejorado en su desempeño académico. Lo hizo acompañado de varios cuadros comparativos y finalmente fue avalado por el presentador de turno. Yo, a diferencia del señor Albornoz, no soy un experto en economía, pero sí sé de educación.
Sé que la eficacia de una inversión hoy podrá ser comprobada únicamente dentro de una generación, cuando el proceso didáctico haya sido completado. Yo no creo en la ignorancia de Albornoz. No puedo dar fe de su mala intención. Puede dar fe de un análisis tendencioso.
Mi eventual decisión fue dejar de escuchar y leer los análisis de Albornoz. Dejé de creer en la “objetividad de las cifras”, cuando estas venían de él. Y eso fue sucediendo con algunos periodistas, columnistas y demás. Entonces regresé a ver a aquellos periodistas afines a las políticas propuestas desde el Gobierno, con sus propios análisis, a lo mejor más objetivos y creíbles para mí por mi propia afinidad. Fue entonces que creía entender la necesidad de un medio público.
La finalidad de un medio público no es la de un apoyo incondicional al régimen de turno. El Gobierno ha tenido tantos aciertos como desaciertos. Los medios de comunicación se han encargado de resaltar estos últimos. Y los medios de comunicación están en su derecho. Pero no deben esperar que aceptemos su verdad como la verdad. En un país tan polarizado no puede ser exista solo un criterio, menos que nos pretendan imponer uno. El conflicto genera democracia, la pluralidad genera democracia. ¿Por qué habríamos de callar?