Fue la pregunta que muchos norteamericanos se hicieron aquel 11 de septiembre de hace diez años. Y se la siguen haciendo, pues a pesar del tiempo transcurrido nos siguen conmoviendo y trastornando aquellas imágenes de los dos aviones estrellándose contra las Torres Gemelas. Nuestros ojos se nublaron para siempre al mirar cómo centenares de personas, sin otra opción de vida, decidieron lanzarse por las ventanas, y sus cuerpos, cual hojas secas, caían al vacío como intuyendo que minutos más tarde las torres se desplomarían como si fueran de cartón piedra, tal como sucede en las películas. Pero no, tampoco era un sueño ni una pesadilla, era la más pura realidad.
Diez años después, esas torres no han podido ser levantadas, como todos anhelaban y como correspondía en el país más poderoso, próspero y rico del mundo. Por el contrario, diez años más tarde, es un país quebrado (se salvó por un pelo de la quiebra oficial), al que incluso a su deuda le bajaron la calificación y se debate en una crisis económica sin freno; el desempleo bordea ya casi el 10%. Su mayor acreedor es precisamente China, país que ahora se declara como el más rico del mundo.
Muchos esperaban que a partir de este deleznable acto terrorista el mundo se volviera más seguro. Pero no, más bien ha sucedido lo contrario; cada vez es más inseguro y la amenaza terrorista sigue latente. Aquel 11 de septiembre solo ha servido para que, a pretexto de la seguridad, se redujeran las libertades y los derechos ciudadanos. Y lo que es peor, sobre la base de una gran mentira, se engañó al mundo para invadir Afganistán e Irak. No solo murieron aquellas 2.996 personas. Murieron 250 mil afganos e iraquíes. Y también han muerto casi 7 mil soldados norteamericanos y 50 mil han quedado heridos y lisiados. Y lo que es más, estas guerras solo han permitido enriquecer a unos pocos y empobrecer a muchos. No se ha recuperado la democracia ni se ha restablecido el “orden,” pero eso sí, solo en esas dos guerras, se han gastado 4 billones de dólares, suficientes para solucionar no solo el hambre en Somalia, sino en el mundo.
La brecha entre Occidente y el mundo islámico también se ha ahondado. La tolerancia y el respeto a las culturas, credos y diversidades se ha reducido. Es más, el terrorismo tiene ahora a otros actores, los especuladores financieros. El norte vive la peor de sus crisis, que afecta a millones de ciudadanos que ya no conocen lo que es la sociedad del bienestar.
Esos dos aviones no solo provocaron la caída de las Torres gemelas, están provocando la caída de un sistema económico opresivo, injusto e inequitativo. A pesar de ello, muchos norteamericanos siguen preguntándose: ¿Por qué el mundo nos odia tanto?