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El Telégrafo

Por nuestra diplomacia

11 de abril de 2011

Cuando los Estados Unidos de América han visto afectados sus intereses, reaccionan dentro de la misma lógica unitaria de criterios todas las funciones del Estado, los organismos de seguridad, los medios de comunicación y la opinión pública. Si es necesario incluso se ponen en alerta las propias Fuerzas Armadas. En la defensa de los intereses norteamericanos no se descartan las actuaciones de la CIA, las intervenciones militares, las presiones o sanciones económicas, la desestabilización y hasta el derrocamiento de gobiernos, etc. La historia de América Latina está llena de hechos en los cuales los diversos países han sido víctimas de las acciones y reacciones norteamericanas por hacer prevalecer sus intereses, proteger a sus empresas e imponer su visión sobre la democracia y el mundo.

Los documentos filtrados recientemente a través de WikiLeaks demuestran cómo ha tratado, en forma interna y reservada, la embajada norteamericana a Ecuador y a su Gobierno. Queda en claro que los “informes” se atribuyen el papel de calificar y juzgar a su modo, desde su perspectiva, lo que ocurre en Ecuador, el menosprecio a la Constitución de 2008, el deseo de sembrar una mala imagen del presidente Rafael Correa, la subvaloración de la Policía Nacional y de las reformas destinadas a separar de ella las antiguas “infiltraciones” de entidades como la CIA.

No solo que todo ello aparece en momentos en que está en marcha un proceso de consulta popular en el país, lo cual debería despertar la inquietud nacional sobre las implicaciones de la diplomacia norteamericana en los asuntos ecuatorianos. América Latina vive un proceso de cambios con respecto al pasado en el cual normalmente se aceptó ese tipo de “intervencionismos”. Y en Ecuador no faltaron gobiernos, políticos, empresarios, periodistas, líderes de opinión, etc. que defendían más los intereses norteamericanos que los ecuatorianos.

De manera que hoy resulta insólito y alarmante que, en lugar de alinearse con una tesis nacional, de defensa de la soberanía del país, de la dignidad del Ejecutivo, que en lugar de rechazar la prepotencia y la arrogancia de la diplomacia imperialista, aparezcan voces que, en cambio, se unen a esta diplomacia y cuestionan la que ha asumido el Ecuador. A algunos sectores parece importarles más los negocios y el odio antigubernamental, que la toma de una posición clara, tajante y firme a favor de la soberanía ecuatoriana, la dignidad del país y el honor del Ejecutivo.

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